Tragué saliva y di un paso hacia atrás, el hombre cerró la puerta con seguro, su mirada era perversa, lasciva, asquerosa.

Me miraba como una bestia a su presa acorralada y yo sabía que ni siquiera gritando lograría librarme de él.

-¿Qué es lo que quiere?

-Su padre...

Me envió a asegurarme de que sepa qué le sucederá si usted no hace lo que pide...

-Pero... ¿Por qué no lo haría?

-Tal vez porque su hermano Michael ha logrado persuadirla o algo parecido.

-Imposible.

Dije retrocediendo un par de pasos más con los ojos llenos de lágrimas, sabía lo que vendría, había sucedido más de diez veces.

El hombre caminó hacia mí y tuve que cerrar los ojos para no ver su espantosa cara, sus ojos cafés y sus asquerosas manos.

Me besó, metió su asquerosa lengua en mi boca y colocó sus manos en mis pechos y los apretó.

Las lágrimas rodaron por mi rostro, quería escapar de ahí.

-Suéltame.

-Tú no eres quien decide eso niña.

Me giró y me puso contra la pared, sentí su miembro duro rozar mi trasero, fue re