La brisa fría del aeropuerto privado me hace encogerme dentro de mi chaleco, Frank había sido operado hace tres días, pero no me atrevía a verlo a la cara.
Luego de la noche que pasé con él, me di cuenta de que jamás estaré tranquila hasta que sepa la verdad. Así que hice un par de llamadas, y Videl Castro, su esposa Katia, su hija Mariana, Lucía Rivera y la pequeña Teresa, acaban de aterrizar en NY.
Cuando empiezan a bajar, estoy tan nerviosa que me entra la risa tonta, no podía creer que realmente estaba haciendo esto.