PIELES INFIELES

En algún punto del sexo, cambiamos de posición. Tenía la cabeza en los cielos, más allá de mi control y cualquier remordimiento. El alcohol inundaba mi sangre, y todo lo que hacía estaba fuera de mi control.

Empujándolo del pecho, lo hice sentarse sobre la silla, solo para colocarme a horcajadas sobre sus piernas. Le aparté algunos cabellos del bronceado rostro, mientras nos mirábamos con los labios entreabiertos.

Sonreí como una tonta.

—¿Lo he sorprendido de nuevo, mi señor?

Acaricié su mandíbula con las uñas, suspirando cerca de su boca.

—¿Temía que pudiera hacer todo esto con Gustave? —le dije, llevando mi mano a su entrepierna, solo para tomarlo y acariciarlo con destreza.

Él medio gruñó, disfrutando la noche tanto como yo.

—Estando ebria, eres demasiado buena —aceptó sujetando mano por la muñeca—. Mucho mejor que cualquier prostituta, es como si fueses una ninfómana por naturaleza.

Que me llamara adicta al sexo, insaciable y depravada, me llenó de un extraño orgullo. Me h
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