21. UN NUEVO DÍA CON MIS HIJAS
Despierto al son de mi música preferida. Un suave estiramiento me ayuda a sacudir la letargia. Mi mente todavía se siente embotada por el sueño, pero un repentino recordatorio me hace saltar de la cama y correr hacia el baño. No tengo que ir al trabajo hasta más tarde hoy. Vuelvo a la habitación y agarro mi teléfono, marcando el número de Robin.
—Hola, Ema, ya estoy llegando a tu casa para recogerte —responde él.
—Buenos días, Robin —lo saludo, intentando sonar despreocupada—. Te llamaba para avisarte de que entraré más tarde al trabajo hoy. Tengo algunas cosas que hacer con mis hijas. Puedes ir tú, ya sabes dónde está mi estacionamiento.
—Oh, muy bien. —¿Es solo mi idea o suena desilusionado?— Nos vemos más tarde, Ema.
Cuelgo el teléfono y, a mi mente, regresa lo que he estado ignorando: Robin me tutea. ¿Cuándo se volvió tan familiar? ¡Debería haberlo corregido la primera vez! Lo haré hoy en cuanto llegue a la empresa. No puedo dejar que lo siga haciendo.
Preparo el desayuno en la co