33. UN ANGEL CAÍDO.

AIDEN.

—Eres tú —fueron las palabras de Alice, sabía que Stan estaba allí con ella, sabía que había llegado a sus brazos.

Como también sabía que iban a estar juntos, creí que sería más fácil de asimilar la verdad, pero al mismo tiempo tenía la ilusión de que Ismael era hijo mío, de que al fin Alice y yo estaríamos juntos para siempre.

El frío de repente se hizo más intenso, el sonido de la calle más alto y mi mente estaba en blanco. No pensaba en nada realmente importante.

Arrastré mis pies hasta la habitación y allí me quedé mirando todo, el poster, mi cama, mi armario, el pequeño sofá, mire el techo, la ventana, la puerta del baño, recorrí el lugar y aunque era mío y vivía allí hace un buen tiempo, me sentí extraño. Me sentí ajeno a todo, perdido y suspendido en el tiempo.

¿Qué había hecho mal yo, para que las cosas salieran de este modo?

¿Por qué no podía tener un poquito de esa felicidad que tanto anhelaba?

¿Por qué era tan difícil?

Sin embargo allí estaba yo mirando nada y
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