Al día siguiente, Valentino llegó a su oficina a las seis y media de la mañana, aún no había llegado nadie, o eso pensaba, hasta que fue al área de la pequeña cocina a prepararse un café, al llegar allí, estaba el objeto de su desvelo de espaldas a la puerta, cargaba un vestido de cuadros negros y blanco que se le ajustaba a su cuerpo como delineando su figura, resaltaban sus voluptuosas caderas y su hermoso trasero, ¡Por Dios! debía controlarse, no pudo evitar que su amiguito reacciona