Julieta puso la pasta en la estufa.
—¿Has estado cuidando a Andrea por tanto tiempo y nunca has visto cómo lo hace? —preguntó.
Mariana hizo una mueca: —Nunca lo he visto. ¿Crees que me quedaría ahí molestando y robando técnicas mientras la señora prepara fideos para su hijo? Las cosas ajenas, lo robado siempre será robado, y eso no me dejaría tranquila.
Al notar que Mariana estaba insinuando algo sobre ella, Julieta la miró con ojos furiosos.
Estaba a punto de estallar cuando, justo en ese momento, Juan bajó las escaleras.
Al ver a Juan, Julieta rápidamente contuvo sus emociones y volvió a mostrar una apariencia dulce y suave.
—Juanito, ¿por qué has bajado? Vamos, regresa a descansar un rato.
Mariana, al ver su comportamiento de cordero frente a los demás y de lobo cuando nadie la veía, no pudo evitar poner los ojos en blanco y murmurar.
—¡Desgraciada!
—Mariana, ¿qué dijiste? —Juan escuchó el murmullo de Mariana y preguntó sin entender.
Julieta se levantó y se paró detrás de Juan, fulm