Melissa caminó por los pasillos de la mansión que ya conocía casi tan bien como su casa, alisó la falda del uniforme de empleada que llevaba y cuando al fin llegó a la habitación de la que debió ser su suegra, su vientre se contrajo.
«Esta mujer no me agrada»
— Nosotros tampoco le agradamos
Respondió Melissa sarcástica antes de tocar a la puerta, la voz algo fastidiada que salió desde el otro lado de la habitación hizo a melisa achicar los ojos, sin embargo, entró en dicha habitación con una pequeña sonrisa en sus labios.
— Me llamó señora.
— Sí, lo hice — la mujer señaló una puerta entreabierta — organiza mi ropa y no se te ocurra ponerte absolutamente nada maldita.
— No necesito hacer eso, señora.
— No contestes y solo haz lo que te digo.
Melissa asintió, caminó directamente hasta el ropero y su corazón se sintió miserable cuando vio el desastre en dicho lugar. Definitivamente, aquello había sido a propio intento, así que la chica simplemente se dijo que esa mujer quería mantenerla