VICTORIA
El motor ruge, y el auto se acerca con una velocidad que parece desafiar la gravedad. Mi corazón late en mi pecho, y el tiempo se estira como un elástico a punto de romperse. ¿Es este el fin? ¿La última imagen que veré será la parrilla del auto, los faros brillantes como ojos de depredador? La angustia me envuelve, y cierro los ojos, esperando el impacto.
Pero entonces, algo me embiste con fuerza. El mundo da un giro, y siento cómo mi cuerpo es arrojado hacia un lado. El asfalto raspa mis manos y rodillas, pero estoy viva. El auto pasa a centímetros de mis pies, y la adrenalina sigue bombeando en mi sangre. Abro los ojos y veo a alguien de pie junto a mí, respirando agitadamente. Su mirada es intensa, y su mano aún me sostiene, como si temiera que el asfalto me arrastre de nuevo.
—"¿Estás bien?" — pregunta, y su voz es ronca, llena de preocupación. Asiento, incapaz de articular palabra. No sé quién es, pero me ha salvado. Mi corazón sigue latiendo con fuerza, pero esta vez no