Mi avión aterrizó en el aeropuerto de Seattle de manera puntual como siempre, bajo un rugido ensordecedor que me regreso a la tierra en cuestión de segundos. Habían pasado meses desde que me había alejado de la ciudad y de toda mi familia, llevándome conmigo todo el dolor de mi corazón hecho mil pedazos y la certeza de que mi matrimonio con Yen fue un verdadero error desde el día uno.

Nunca debí forzar a Dominick para que aceptara a ayudarme a que su hermana firmara el acta sin que se diera cuenta, por el estúpido interés de salir de un problema “legal” de uno de los contratos de la empresa. Sin embargo, el destino tenía otros planes para nosotros.

El tiempo que pase en el extranjero, me dedique en tratar de olvidar a mi esposa y echar de menos a mis pequeños mellizos que extrañaba a montones. Fue hasta que los abogados se dieron cuenta de que había olvidado firmar los documentos de divorcio, que me orillaron a pensar de nuevo en ella.

Un simple un error administrativo de mi parte me