Capítulo 4

Oliver

━━※━━

¡Maldita sea!

Por qué nadie sigue mis reglas al pie de la letra. «Rosseane no pudo hacerme eso, ella lo sabía»… me digo colérico, e incapaz de serenarme. Me aflojo el cuello de la corbata como si me asfixiara recordando su imagen, haciéndome imposible sacarla de mi cabeza. Su piel blanca delicada, su cabello lacio rojizo, su figura delgada y de apariencia frágil. De esas que te incitan a hacerle cosas muy malas y como me encantaría...

¡Mierda, m****a!

¿Por qué parezco un loco?

Esto es frustrante. Tocan la puerta sacándome de sopetón de lo que estoy pensando. Hubiera sido mil veces mejor no mirarla, pero ya lo he hecho. Lo hice cuando la vi allí, de pie como si se hubiese aparecido una visión.

¡Bien!

Me sacudo de nuevo, ya he elegido a una chica. Eso ayudará a olvidarme de lo que pasó hoy. Por lo que solo queda arreglar el asunto.

―¿Quién?

―Soy yo, señor ―contestan al otro lado.

Es Sullivan y me pregunto por qué no usó el intercomunicador para avisarme que vendría. Debe ser porque la reprendería y no le atendería.

―Entra ―ordeno y ella entra sin demora mostrándose avergonzada―, espero que vengas a decirme que ya te encargaste de corregir el error ―añado amenazante.

Si algo detesto, es que nada se haga como digo. A pesar de su vergüenza, no parece arredrada.

―Lo lamento, señor ―dice haciendo que me vuelva el enojo.

―No me digas eso.

―Rosseane lo hizo, ella escogió a la chica y pidió que le hiciera el contrato e ingresara a trabajar una semana después de su funeral.

―Te dije que no me digas tonterías. Rosseane está muerta.

M*****a sea Rossie, ¿por qué haría eso? Le dije que se muriera en paz y no se preocupara más por mí.

―Ya revisé su hoja, y su único problema es que tiene veintidós años.

―¡Eso va contra mis reglas! ―exclamo furioso.

―Es apta para lo que necesita. Domina los idiomas necesarios y es graduada de economía y administración gerencial.

―Con veintidós años, ¿acaso fue a la escuela con pañales? Es inútil, no vas a convencerme.

―No podemos despedirla, no es su política.

―Es mi m*****a empresa y si digo que necesito a alguien con mucha más experiencia, es porque es así ―declaro irritado.

¡Que cuernos!

La m*****a tentación es perfecta. Ya imagino a Rossie diciéndome desde el más allá.

¿A que le tienes miedo, mi pequeño?

―Lo siento, señor Wallflower. No puede deshacerse, la señorita Wills empezará su primer día de trabajo hoy. Como está estipulado.

Sullivan me hace reír irritado.

―¿Estás desafiándome? Puedo despedirte si se me antoja ―le hablo autoritario.

Me fijo en que Sullivan no parece la misma mujer adulta trabajadora y obediente de siempre y me pregunto por qué se empeña en mantener lo que hizo Rossie. Ella ya está muerta y se supone que mi secreto se lo llevó a la tumba. No entiendo por qué se empeña en atormentarme.

―Si hace eso, tendrá una renovación del personal femenino y hablo de juventud. La política de experiencia garantizada ya no tiene que ver con la edad y se está quedando obsoleta. Existe algo llamado inclusión y equidad por lo que será difícil mantenerlas sin que haya alguna queja sobre el tipo de contratación que tiene ―expone esa mujer haciendo que apriete la mandíbula.

Tiene razón, incluso he tenido que aprobar ese tipo de contratación al talento joven, pero no para tenerlo cerca de mí.

―¿Me amenazas Sullivan?

La mujer se alza de hombros.

―Creo que ya debería de ir superando su fobia, ya está algo grandecito, ¿no? ―dice sin un ápice de miedo―. Ahora iré a darle indicaciones a la señorita Wills.

Sullivan me deja de piedra por un momento.

―¡Espere allí!

Hago que se detenga, ella se vuelve y me mira.

―¿No cree que esté retando al diablo?

―Lo siento señor, yo sé que es quien dirige esta compañía, pero el aval viene directo de su padre, es por eso por lo que creo que no puede hacer nada y tendrá que acostumbrarse a la presencia de la señorita Wills.

Ella dice esas palabras y luego se marcha, y al parecer no es tan tonta al usar la autoridad de mi padre. Me pregunto por qué él se ha tomado la molestia de meterse en este asunto cuando decretó que yo tendría toda la autonomía y decidiría que personal trabajaba cerca de mí, y cual no.

―Maldita sea ―mascullo enojándome otra vez, y luego pienso que no tengo ninguna fobia, es solo que no puedo darme el lujo de tener chicas hermosas, jóvenes y perfectas pululando a mi alrededor, por lo menos no en este sitio.

Esto es una m****a. No puedo dejar que se quede, tengo que buscar la manera echarla y pronto. Sin embargo, como es que siendo el dueño y jefe no puedo hacerlo.

Esto es un chiste.

¡Me lleva!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo