“¿Estás bien?”, le pregunté. Parecía pálida, casi como si hubiera visto un fantasma.

“Sí, estoy bien”.

“Demoraste un poco, así que vine a ver cómo estabas. ¿Qué te parece?”.

“Se ve bien. Pero debe costar una fortuna mantener este avión”, respondió ella.

“Sí, cuesta mucho pero, de nuevo, es mejor que volar en comerciales. Lo odio porque la gente no me deja en paz”. Odio esa parte de ser famoso. Yo era humano como cualquier otra persona que camina por esta tierra.

Se rio entre dientes. “Supongo que no es agradable ser un multimillonario famoso”.

Sacudí la cabeza. “Todo menos eso. No tengo privacidad. Siempre está la prensa o alguien siguiéndome”.

Pronto aterrizamos y nos dirigimos a un coche que nos esperaba y nos llevó al hotel. Mis empleados sonrieron cuando entré en el hotel. Los saludé con una inclinación de cabeza y una sonrisa.

Fuimos a la recepción y la señora me entregó mi tarjeta llave. Miré a April pero ella se quedó mirando a Annie.

“Reservé dos habitaciones”, le dijo