El Dilema del Hombre Ausente 3

Ni rastros de colectivos. Un taxi libre dobló la curva hacia mí. Raro, lo normal hubiera sido verlo pasar en dirección contraria, hacia el centro. Mi billetera se retorció de dolor cuando lo paré, pero no tenía alternativa. Mi abuela Nita siempre decía que todo el entorno tiende a ser solidario con una cazadora cuando tiene una misión importante. Y parecía que ése era el caso. Si no hubiera estado con Julián, si no hubiera sentido la urgencia súbita de bajarme del remís e ir a esa playa en particular, y ninguna otra de todas las que se abren entre el centro y mi casa, nunca habría descubierto el conjuro. Siguiendo ese razonamiento, la aparición providencial de este taxi confirmaba mi corazonada de que tenía que apurarme.

Le escribí a mi hermana Julia. Iba a necesitar toda la información que pudiera juntarme antes de enfrentar a ese demonio. Despu&eacut

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