—¡Está dormida! —llevo mi mano a mi nuca—. Entonces ambos tenemos que hablar, puesto que se me ha ocurrido un nuevo plan.
—Dime, mientras caminamos al estudio, y no te preocupes porque tu servidora ya mando comida y bebidas.
—¡Perfecto! —froto ambas manos.
—Pero dime qué es lo que tienes en mente.
—Necesito o mejor dicho, quiero que secuestren a la madre de Gabriel —tiró la mirada de hielo—. Ella será la que me traerá ante mí a la rata de Gabriel, y él mismo será el que me traerá al infeliz de Alfredo.
—¿Por qué la madre?
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