Libro 1. ATRAPASueños: Una noche. Un tatuaje. Una obsesión
Libro 1. ATRAPASueños: Una noche. Un tatuaje. Una obsesión
Por: maracaballero
Prólogo

Kailey

Dos años antes.

     Todo lo siento en cámara lenta, mi rosa blanca cae poco a poco sobre la superficie del ataúd donde Maximiliano yace sin vida ataviado con su elegante traje. Las gotas de lluvia se hacen presentes, es como si el cielo llorara su partida, me abrazo a mí misma recordando que tengo que ser fuerte, puede ser un mal sueño del cual despertaría en cualquier minuto solo quedará como una maldita pesadilla. Cierro los ojos con fuerza dejando que las lágrimas se mezclen con las gotas de lluvia que caen sobre mi rostro; Katherine, la madre de Maximiliano no ha podido llorar su pérdida, permanece como un roble a mi lado, su delicado y frágil brazo es entrelazado con el mío, es como si en ese momento ambas fuésemos una sola, un ancla.

     Bajo mi mirada hacia la mujer ya mayor, tiene el pelo blanco, sus ojos están clavados en el féretro que están bajando, los hombres tiran de las cuerdas dándose órdenes uno a otro para ir al mismo tiempo y no cometer errores. Katherine aprieta mi brazo llamando mi atención, al encontrarme con su mirada gris puedo comprender que no podía sostenerse más, así que asentí en señal de: «Hazlo, tienes todo el derecho de llorar su partida» después baja su mirada a la rosa blanca que sostiene en su mano, la acerca a sus labios dejando un delicado beso:

     —Pronto nos veremos, hijo.

     Mi piel se me eriza a tal grado de llegar a doler, el corazón se me estruja por sus palabras, ¿También piensa dejarme? Hoy solo la tengo a ella. No tengo a nadie más en el mundo, fui abandonada en un orfanato unas cuantas horas después de haber nacido, luego de algunos meses fui adoptada por una buena familia quienes años después fallecieron en un trágico accidente, gracias a ellos tuve una buena educación, me hice bailarina profesional y hace dos años junto con Maximiliano fundé Weddings Parker, pero hace un par de días un fatídico robo lo ha arrebatado de mi lado, a tan solo dos semanas de llegar al altar. ¿Es acaso mi destino estar sola? ¿Por qué el destino se empeña en alejar de mi a los que más amo? ¿Será algún karma en mi vida pasada?

     «Si tan solo no hubiésemos tomado esa calle» Pero él hubiera no existe y lo maldecí cada minuto. Como pude, al terminar la ceremonia tomo a Katherine y la llevo al auto, la pobre apenas puede moverse, le ayudo con cuidado y antes de arrancar el auto, Katherine me habla:

     —Me siento cansada, ¿Podrías disculparme con el resto de la gente?—la miro detenidamente buscando alguna señal de que se encuentra mal, pero al ver su rostro suavizado me tranquilizo, se lleva la mano al pecho y las lágrimas se deslizan sin más, no hace ningún ruido, toma mi mano y le da un fuerte apretón.

     — ¿Quieres un tiempo a solas?—mi voz sale en un débil susurro, Katherine niega—Vamos a casa.

     Veinte minutos después ella cierra la puerta de su casa, en el camino cancela la reunión que hacen después de un funeral, repetía una y otra vez que quería descansar ya que desde hace un par de días solo ha dormido una o dos horas como mucho. Me quedo sentada unos minutos más dentro de mi auto mientras la lluvia cae, el ruido me hace recordar tantos momentos que he pasé con Max, mi Max. Yo no he podido llorar, el nudo sigue instalado en medio de mi garganta y el fuerte dolor en medio de mi pecho aún insiste en permanecer para derrumbarme por completo en cualquier momento.

     Enciendo los limpiaparabrisas, arranco el auto y me dirijo hacia el departamento. Está a dos cuadras del lugar y antes de poder  detenerme en la señal de alto del semáforo, el tacón de mi zapatilla se atora en el pedal, los nervios se apoderan de mí y sin verlo venir acelero un poco golpeando el auto que está frente a mí.

     — ¡Mierda!

     Los limpiaparabrisas se mueven de un lado a otro burlándose de mi metida de pata. Esto termina de rematar mí día. Busco dentro de mi bolso de mano la tarjeta que contiene mis datos, número telefónico y el número de la compañía de seguros, cuando levanto la mirada las luces intermitentes del auto frente a mí parpadean, la puerta se abre y sale un hombre alto, lo veo algo borroso a causa de la lluvia, busco algo con el cual cubrirme de la lluvia pero lo único que encuentro es una carpeta, la agarro y bajo a toda prisa del auto, antes de dar más de dos pasos el cuerpo alto del individuo me hace levantar la mirada, ¡madre mía! aún con mis zapatillas de tacón alto apenas alcanzo sus hombros.

     — ¡Disculpa! Mi zapatilla se atoró en el pedal y no sé qué…—me interrumpo antes de seguir disculpándome, levanto la carpeta para mirarlo bien a la cara pero me encuentro una quijada tensa, sus labios unidos en una fina línea y un ceño fruncido, la lluvia cae por su cuerpo sin importarle empaparse, coloca sus brazos a ambos lados de la cintura y su mirada me intimida. No sé mucho de marcas pero el vehículo luce costoso, es algún tipo de auto antiguo.

      — ¡Llevo prisa! ¡No tengo tiempo para cosas del seguro! ¡Dame tu tarjeta o algún número y mañana nos ponemos de acuerdo!—parpadeo rápido y torpemente le entrego una tarjeta, al momento de tocarnos por fracciones de segundos la electricidad fluye de manera que alejamos nuestras manos de un respingo, siento como la piel se me eriza en la región de la espina dorsal, me estremezco y nos quedamos fijos observándonos por unos segundos más, bajo la carpeta dejando que la lluvia me empape de igual manera, el sale del trance, toma la tarjeta y la rasga a la mitad delante de mí.

     — ¡¿Qué haces?! ¡Es la última tarjeta que tengo!—curva sus labios en una media sonrisa.

     — ¡Dejemos las cosas aquí! ¡No ha pasado nada! ¡Creo que no tienes un buen día!— Me observa de pie a cabeza y concluyo que lo ha deducido al ver mi atuendo, levanto la mano para apartar las gotas de lluvia que caen en mí rostro y al mirarlo de nuevo él se gira y se encamina hasta su auto.

— ¡No respondo si se cae la parte trasera de tu auto!—agita la mano en el aire sin mirarme, como si le importara una m****a.

     Muevo los hombros con indiferencia y entro al auto. Él acelera hasta perderse en el tráfico, mientras yo doy vuelta a la derecha. Intento ignorar todo lo que ha pasado, no tengo tiempo para deshilar el extraño suceso, lo único que quiero y necesito es llegar a casa, nuestra casa.

     Cierro la puerta a mis espaldas, el silencio reina en el lugar, las luces están apagadas. Mi mano enciende la luz de la lámpara qué está en la entrada de la sala y es como si él estuviera aquí. Sus revistas de comics siguen en la superficie de la mesa, su camisa de cuadros sobre el respaldo del sillón, su aroma está en el aire, mi labio tiembla. Me recargo en la puerta y me dejo caer hasta el suelo, las lágrimas caen por fin. Me abrazo a mí misma y el grito desgarrador sale, un grito cargado de dolor el solo pensar que ya no estará más aquí, que ya no podré abrazarlo, olerlo, acariciar su rostro, su mejillas, escuchar su voz- otro grito- cubro mi rostro con ambas manos y dejo salir todo lo que contengo.

     — ¡Maaaax! ¡Mi amor, regresa por favor, no me dejes sola!—convulsiono por el llanto como una pequeña niña asustada, tiro de mis zapatillas con fuerza, llevo mis piernas hasta mi pecho y me abrazo—Max, mi dulce Max—y me dejo abrazar por la oscura habitación.

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