Capítulo 5. «¿Existe el destino?»

William

 

 

 

Mmmm, ¿Acaso era una maldita broma del destino? ¿Ahora crees en el destino y esas cosas William?

 

¡Claro que no! debe ser producto de mi imaginación. Solo he quedado impresionado por la belleza natural de Morgana. ¡Si debe ser eso!

 

La barra está llena con muchos invitados esperando ser atendidos, creo que Franco debió contratar más personal para este tipo de evento, sin duda se lo haré saber al final. Luego de esperar alrededor de cinco minutos más, el grito de una mujer con melodiosa voz muy familiar alza su mano para señalar la cantidad de bebidas y dice algo sobre unos shots de tequila, desvío un poco mi mirada pero solo alcanzo a ver un brazo femenino hacia el frente de la barra.

 

— ¡Vamos, que necesito el pedido con urgencia! —exige, me inclino hacia adelante para mirar quien es, ella se encuentra a tres personas de distancia a mi lado izquierdo, al verla de perfil, con los rizos caer debajo de sus hombros y sin el antifaz, me incorporo como un resorte.

 

¡Mierda, m****a, m****a! Cierro los ojos luego los aprieto con fuerza. La imagen de Morgana aparece fugaz en mi mente, al abrirlos, me vuelvo a inclinar para observar detenidamente a la mujer de rizos exigiendo su pedido.

 

—No puede ser…— murmuro sorprendido. ¿Esto es una muestra de que el destino existe? es mi turno para que el bartender tome mi pedido—Una charola con todos los shots de tequila para la mujer de rizos.

 

Morgana se inclina hacia adelante buscando a la persona que hace el pedido y nuestras miradas se encuentran. Pude notar la sorpresa en su rostro en el momento que me quito el antifaz para ella. Viste un traje negro completo de encaje, con unas zapatillas de tacón muy altas. Mi mente navega sin perder el tiempo, imagina a Morgana sin ropa usando solo esas zapatillas puestas, tirada en el centro de mi cama y yo sobre ella dándole el mejor placer de su vida, ella agita su mano atrayendo mi atención.

 

— ¿William? —cruza a las tres personas que nos separan y extiende su mano para tocarme, su sonrisa se expande por todo su rostro y eso provoca algo dentro de mi estómago, su mano acaricia mi brazo como si eso confirmara que realmente soy yo.

 

—Soy yo, William, hace días nos conocimos en un bar en New York.

 

Ella sonríe aún más.

 

— ¡Eres realmente tú! Es solo que el traje de esmoquin y tu peinado hace verte…— se queda callada como si estuviese buscando la palabra correcta.

 

— ¿Decente? —le pregunto haciendo que una risa tímida se escape de sus labios y niegue con la cabeza

 

—Más atractivo es lo que iba a decir…—su sonrojo provoca que sonría como un tonto.

 

El bartender entrega una charola con todos los shots e intento ayudarle pero se niega.

 

—Son para las chicas, ¿Cuánto te debo? — dice mientras nos alejamos de la multitud, niego y le contesto que no es nada, la acompaño cerca de una puerta que la lleva directamente a los vestidores.

 

— ¿Y van a estar mucho tiempo en la ciudad? —su mirada es de confusión. —Me refiero si se regresarán a New York pronto— Morgana hace un mohín.

 

—Salimos mañana al mediodía, muchas trabajan y si Kailey no llega en el tiempo acordado, me mata— ¿Kailey? ¿Su amiga también baila?

 

— ¿Has dicho “Kailey”? — Ella asiente extrañada. ¡Oh, que sorpresa!

 

—Ella también baila, es una larga historia, hace dos años que no…— una mujer se asoma por la puerta e interrumpe la conversación.

 

—Te llaman Morgana— ella asiente y tuerce los labios.

 

—No puedo quedarme más tiempo a platicar, en el siguiente número le toca bailar a las chicas de nuevo y tengo que revisar que todo esté bien. Cuídate y gracias—le entrega la charola a la mujer y antes de entrar con cuidado tomo su brazo para detenerla.

 

—Has dicho algo sobre el destino esa noche que nos conocimos, dijiste que si nos volvíamos a encontrar, me darías tu número de teléfono— ¿De dónde salió eso? y una sonrisa se forma en sus labios.

 

—Antes de que termine el espectáculo tendrás mi número— dice guiñando el ojo divertida. Abre la puerta y me observa por última vez antes de cerrar. Sonrío y meto ambas manos en mis bolsillos del pantalón, sigo mi camino pero me detengo un momento, me giro hacia donde ha desaparecido la mujer de los rizos. — ¿Qué mierdas me está pasando?—digo para mí mismo mientras retomo el regreso a la mesa. ¿Desde cuándo me causa emoción conseguir el número de una chica?

 

 

 

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