No es asunto tuyo

Miro la hora en el teléfono. Son las siete y media. Ayer casi no pude comer nada, entre el horario tan estricto y el disgusto, me acosté. Tengo tanta hambre que me he despertado con el rugido del estómago. Me pongo las zapatillas para bajar a la cocina y comer todo lo que encuentre.

Me siento en la mesa, que ya está llena de ricas cosas. Ian está sentado también, untando un pan con mantequilla.

-Buenos días.- Saludo.

Asiente metiéndose un trozo de pan en la boca. Me da pena tener que irme, le estaba cogiendo cariño a Dorotea y a Max, pero es cierto que lo mejor para mi es que me aleje.

-¿Qué quieres beber?.- pregunta Dorotea con una bandeja entre las menos.

-Te, por favor. ¿Cómo sigue tu hijo?

-Ya está casi recuperado.

Me alegra mucho escuchar buenas noticias en estos momentos. Pillo a Ian mirándonos, reacciona al momento y vuelve a centrarse en el pan.

Se lo come en dos grandes bocados, se levanta y se va. No se donde irá un domingo a

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