El cuarto de costura

Había pasado una semana y Rosalin se había hecho de una rutina. A las 8 venía la Señora Smith con el desayuno. Tomaba sus medicinas y descansaba hasta el mediodía cuando venía la Señora Smith con el almuerzo. Tomaba medicinas y descansaba de igual forma para la hora de la cena. La verdad, se sentía incómoda en ésta situación. No le gustaba darle molestias a nadie, pero al parecer, el señor Duncan, había especificado que se le atendiera apropiadamente y ella lo agradecía, sólo que en cuanto tuviera la oportunidad, aclararía el singular asunto de que ella no era Evelin, sino su hermana Rosalin.

-Un día el Señor Duncan entró a su habitación y le preguntó:

-¿Cómo te sientes?

-Mejor. Gracias. Tengo que agradecerle por ser tan amable de dejar que me recupere aquí en su casa. No sé cómo podré pagarle por todo lo que ha hecho por mí – Expresó Rosalin como le había enseñado su madre –

-No te preocupes por eso. Tómalo como un regalo simplemente – Dijo Kyle mirándola extrañado, ya que eran palabras poco usuales en ella. Evelin Vonsaken nunca agradecía nada ni a nadie –

-Bueno, muchas gracias, señor Duncan ¿Se le ofrecía algo más? – Preguntó Rosalin, sintiéndose incómoda bajo el escrutinio de esos ojos marrones claros que, a veces se veían tan dulces, como ahora –

-Sí – Dijo el señor Duncan, respirando profundo – Vengo a decirte que mañana salgo de viaje por cosas de trabajo y regresaré en 15 días –

-Está bien. Espero que le vaya bien, aunque, no era necesario que me avisara. Yo no soy nadie aquí. Sólo una convaleciente – Dijo Rosalin mirándolo desde donde estaba recostada en las almohadas –

-Bueno, sólo te aviso por si intentas hacer algo en contra de la señora Smith o de Sarah, como la otra vez. Te advierto que la policía estará aquí en poco tiempo y te encerrarán. Esta vez me encargaré de eso, personalmente – Dijo Kyle saliendo de la habitación y dejándola muy asombrada pensando en qué sería lo que Evelin pudo haberles hecho a los habitantes de esa casa, para que el señor Duncan tomara esas medidas –

-¡De seguro no fue nada bueno! – Se dijo Rosalin y por lo que entendió, ésto también la incluía a ella, así que, cuidaría sus pasos en esa casa –

Una mañana después que se fuera el señor Duncan sintió un golpe en la puerta.

-Adelante – Dijo Rosalin y vio entrar a una niña como de 7 años – ¡Hola! –

-¡Hola! – Dijo la niña – ¡Disculpe si la molesté! ¡La Señora Smith salió al mercado un momento y me pidió que me portara bien y que no golpeara su puerta con la pelota pero es que se me escapó – Dijo la niña, sin levantar la vista del piso, lo que hizo enternecer el corazón de Rosalin –

-Está bien. Tranquila  ¿Cómo te llamas? – Preguntó Rosalin –

-¡Sarah Duncan! – Respondió la niña con orgullo –

-¡Mucho gusto yo soy – Comenzó a decir Rosalin –

-Evelin – Dijo la niña con una expresión incierta –

Rosalin, no quería confrontar a la niña, así que decidió dejar el asunto así y sonreírle amistosamente.

-¿Qué estás haciendo? – Preguntó Rosalin, acomodándose en la cama sintiendo todavía la pequeña punzada en las costillas al moverse –

-Nada importante.  Sólo jugaba con mi pelota – Dijo la niña –

-¡Ah ya veo! ¿Te gustaría que te leyera un cuento? – le dijo Rosalin, mirando al asombrado rostro de la niña –

-Sí. Tengo uno en mi cuarto que a veces mi padre me lee cuando no está tan ocupado – Dijo Sarah –

-Bueno ¿Qué esperas? Búscalo. Te lo leeré – Dijo Rosalin con una sonrisa –

-A partir de ese día, la niña venía a su cuarto para que le leyera cuentos y también la ayudaba a hacer tareas, manteniendo la pierna con el esguince en el tobillo en alto.

Rosalin comenzó a salir del cuarto caminando poco a poco y cojeando todavía. Quería explorar la casa. Se dedicó a   hacer tour por toda la planta baja de aquella hermosa plantación o casa. Le encantaban los pisos de madera oscura y pulida. Había infinidad de puertas que llevaban a pequeños salones y al que creía era el despacho de trabajo del señor Duncan. El comedor, era magnífico de 21 puestos. Las paredes de toda la planta baja y especialmente las del comedor, estaban adornadas con muchas retratos de personas y paisajes. Se podía observar a través de la ventana, los hermosos jardines que rodeaban la casa, pero que ella no se animaba a visitar todavía hasta que se sintiera mejor.

Salió por una de las puertas del extenso comedor y la llevó al pasillo que iba por un lado de la escalera. Éste, también terminaba en una habitación como en la que ella dormía. Abrió la puerta y encontró lo que parecía ser un cuarto de costura. Tenía maniquíes con vestidos a medio hacer. Una gran máquina industrial que la hizo salivar, pues éstas, sólo las había visto en revistas. A ella le encantaba coser, aunque en su corazón sabía que no podría quedarse aquí, pues a su hermana la odiaban y a ella ni siquiera le habían dado la oportunidad de explicarse. Tal vez, se atrevería a coser algo para Sarah, aunque primero debía de pedirle permiso al señor Duncan. Tal vez cuando estuviera más recuperada, cosería un lindo vestido para Sarah, como los que su madre le enseñó a hacer. Lo haría como regalo de agradecimiento por las atenciones para con ella.  Salió del cuarto y no se atrevió a husmear en las plantas superiores, porque todavía le dolían las costillas para subir las escalera, así que regresó a su cuarto a continuar con sus rutinas.

Una tarde se presentó un muchacho llamado Carlo y le dijo a la señora Smith que venía de la iglesia para llevarle la palabra a la enferma. La señora Smith lo dejó pasar al cuarto y le llevó una silla para que se sentara frente a ella, quien se encontraba recostada en la cama.

Era un muchacho maravilloso, con un gran amor por la vida y un gran sentido de caridad. A Rosalin, le gustó mucho la manera cómo hablaba, explicándole sobre los sufrimientos que pasamos por amor al Señor.

-Y entonces ella preguntó:

-¿Y los sufrimientos que pasamos por amor a nuestras familias y amor hacia una hermana entregada al mal? –

-En todo eso, encontramos al Señor también sólo hay que afinar la vista – Dijo Carlo con una sonrisa tierna –

-A ella le encantaba su compañía fresca, bondadosa y alegre y la invitó a ir a las misas en la iglesia. Ella le prometió que iría en cuanto estuviera mejor a lo que él le respondió:

-Al Señor no le importa cómo estamos físicamente. Lo que le importa es cómo lleves el corazón ante él –

-Ésta respuesta fue suficiente para que Rosalin recordara las palabras de su madre. Entonces ella decidió ir ese domingo y Carlos le prometió que vendría a buscarla e irían caminando poco a poco –

 Llegó el domingo y Carlo vino a buscarla para ir a la misa, cuando llegó y comenzó a orar por su situación y por todo lo que había vivido. Oro por su hermana para que pudiera descansar en paz y por la familia que la estaban atendiendo. Comenzó a llorar inconteniblemente y luego comulgó y se sintió llena de paz lista para enfrentar una nueva semana y Carlo la acompañó de nuevo a la casa.

El Señor Kyle Duncan, había llegado de su viaje y estaba pidiéndole a la Señora Smith las noticias de la última semana especialmente sobre Evelin.

-Es todo muy extraño – Dijo la señora Smith – Antes se molestaba en lo que Sarah comenzaba a jugar con la pelota y  comenzaba a gritarle. Ahora, habla con ella. Le lee cuentos y la ayuda con la tarea, con amor y paciencia. Como la mejor de las institutrices –

-¿Sí? ¡Qué raro! – Dijo el señor Duncan con las cejas levantadas – El golpe que se dio ha de haber sido muy fuerte –

-¡Y eso no es todo! – Dijo la señora Smith, bajando la voz y mirando a los lados para asegurarse de que nadie más la escuchara – Está viniendo un hombre. Bueno, es más bien un muchacho de la iglesia y la invitó a ir a la misa de hoy. Es allí donde está. Ya debe estar por llegar –

El Señor Duncan, comenzó a reír con cinismo.

-¡Es un buen show! ¡Ese muchacho ha de ser alguno de los drogadictos con los que se la pasaba o aquí estaba pasando algo más! ¡Ya lo descubriremos! ¡Como siempre!  -se dijo y subió a su habitación a refrescarse y cambiarse para almorzar –

Al rato llegó Rosalin con Carlo a la casa y hablaron un poco más hasta que se despidieron y Carlo se fue. Rosalin, se sentía llena de energía y con ganas de hacer algo, por lo que se dirigió al cuarto de costura para ver si encontraba algo de tela que pudiera usar y ponerse a hacer alguna cosa.

Rosalin, se encontraba tan concentrada en hacer un pequeño bolso de tela para Sarah con el material que había encontrado, que no sintió la puerta abrirse sino hasta cuando escuchó una fuerte voz que le hablaba:

-¿Qué estás haciendo aquí, mujer del infierno? – Gritó el señor Duncan con el rostro desfigurado de la rabia. Rosalin, se levantó de repente del asiento y casi no sintió el dolor de sus costillas al hacerlo. Su corazón latía muy fuerte. Estaba muy asustada. Ese hombre parecía que iba a golpearla en cualquier momento y ni una palabra osaba a salir de su boca. Entonces, lo vio caminar hacia ella amenazadoramente –

-¡Te pregunte! ¿Qué estabas haciendo aquí? –

-¡Yo…. Yo….Yo….! – Fue lo único que atinaba a decir Rosalin –

-¡No tienes ningún derecho a estar en éste cuarto! – Gritó el señor Duncan – ¡Te lo dejé bien claro desde el primer día que pusiste un pie en esta casa! ¿Cómo te atreves a poner tus sucias manos sobre las cosas de mi difunta esposa? ¡Tú no eres nadie! ¡No tienes derecho a entrar aquí! –

-¡Lo siento! – Gritó Rosalin –

-¡Sal de aquí! ¡No vuelvas a entrar aquí! – Gritó el señor Duncan  y Rosalin corrió tan rápido como el esguince y el dolor en sus costillas se lo permitieron –

Rosalin entró a su cuarto totalmente agitada. Se sentó en la cama con el rostro llenos de lágrimas para recuperar el aliento y pensar qué fue lo que hizo mal cuando la puerta de la habitación se abrió y entró el señor Duncan, quien todavía estaba molesto.

Rosalin se paró de la cama tan rápido como pudo e intentó hablar pero sus cuerdas vocales estaban cerradas.

-¿Qué era lo que le pasaba con ese hombre? – Se preguntaba Rosalin -

-¿Se puede saber que estabas haciendo en el cuarto de costura de mi esposa, donde te advertí muchísimas veces que no entraras? – Preguntó el señor Duncan con tono pausado, pero se le notaba todavía la rabia.

-Ya le dije que yo no soy Evelin, por lo que no recuerdo lo de la prohibición de entrar a ese cuarto – Dijo Rosalin encontrando el valor para hablar – Y sólo quería demostrar mi agradecimiento con ustedes por la amabilidad que han tenido de cuidarme, haciendo un bolsito de tela para Sarah.

Hubo un corto silencio, donde ambos se quedaron mirando hasta que el señor Duncan habló:

-¿Qué es lo que estás diciendo? ¿No eres Evelin? – Dijo el señor Duncan y con una sonrisa macabra, se acercó y la apretó contra su pecho y la besó.

Rosalin, estaba totalmente confundida y trató de luchar, pero el abrazo era tan apretado que no podía moverse, además que de pronto su beso cambio de ser fuerte y salvaje a ser tierno y suave, lo que hizo que ella le correspondiera abriendo su boca, para sentir toda su fuerza y su deseo.

De pronto, así mismo como comenzó, el beso terminó y el señor Duncan se alejó de ella dejándola débil, por lo que se abrazó a sí misma, mirándolo confundida y tratando de recuperar el ritmo normal de su respiración.

-¿Ahora me vas a decir que no recuerdas eso? o ¿Es que ya has estado con tantos tipos después de mí que se te olvidó lo que vivimos? – Preguntó el señor Duncan con la respiración agitada –

Rosalin lo veía con gran estupor después de escuchar aquellas palabras y lo único que atinaba era a negar con la cabeza.

-Lo siento, yo – iba a comenzar a decir Rosalin cuando fue interrumpida –

-¡Olvídalo! – Dijo el señor Duncan dándose la vuelta para abrir la puerta – No vuelvas a entrar al cuarto de costura de mi esposa. Ese era su santuario donde ella permanecía gran parte del día. No quiero que nadie lo ocupe o lo desordene. ¿Entendido?

-Sí, señor – Dijo Rosalin en un susurro de voz sintiendo las lágrimas que bañaban su rostro y viendo como el señor Duncan salía de la habitación y cerraba la puerta tras de sí.

Rosalin, se volvió a sentar en la cama y lloró por largo rato, porque fue en éste momento que estuvo plenamente segura de que estaba sola en el mundo. No tenía a nadie. Ella, se había sentido muy bien con esa familia pero ahora entendía que debía buscar un empleo y un lugar donde vivir. Ella, no podía seguir en ésta casa donde la confundían con su hermana Evelin y la odiaban.

Pasaron dos días con absoluta lentitud. Días en los cuales, no salió de su cuarto sino a tomar sus alimentos. No quería encontrarse con el señor Duncan y que se armara otra escena. A medida que se iba sintiendo mejor, se iba dando cuenta de que no podía seguir abusando de la generosidad de esa familia. Tendría que buscar un trabajo, pero no sabía qué podría hacer y en algún momento, tendría que aclarar con toda esa familia sobre su hermana gemela y entendieran que ella no era igual a Evelin, pues ella y su pobre madre también fueron sus víctimas.

Pasaron dos semanas más. Rosalin, se sentía mucho mejor y un día, Sarah entró llorando al cuarto porque iba a haber una obra escolar y ella no podría participar porque no tenía quien le hiciera el disfraz, entonces ella le dijo:

-No llores más. Dime cómo es el disfraz y yo lo haré. Sé coser – Dijo Rosalin –

-¿De veras?¿Puedes hacerlo? – Preguntó Sarah –

-Sí – Dijo Rosalin – A ver, explícame cómo es el disfraz –

-La obra será sobre “Lo que el viento se llevó” – Dijo Sarah – El vestuario debe estar listo a tiempo, son los vestidos que usaba Scarlet O´Hara, pero no hay nadie que los haga –

-Ya te dije que yo puedo hacerlo – Repitió Rosalin –

-¿Y cómo lo harás? –

-Los coseré a mano – Dijo Rosalin levantándose de hombros –

-¡Claro que no! ¡Hay una máquina en el cuarto de costura de mamá! –

-¡No! ¡Sarah no! ¡No le digas nada a tu padre sobre el cuarto de costura! – Dijo Rosalin tomando a la niña de los hombros –

-¡Claro que sí lo haré! Le diré que es importante hacer los vestidos para la obra escolar y si se niega….lloraré con ojitos de perrito que él nunca ha podido resistir y terminará aceptando que uses el cuarto de costura. ¡Ya lo verás! – Dijo Sarah y salió decidida a buscar a su padre, mientras Rosalin se quedó en el cuarto sintiendo que tenía el corazón hecho trizas del susto y esperaba escuchar los gritos del señor Duncan en cualquier momento –

Pasaron 20 lentos e interminables minutos cuando la puerta del cuarto se abrió dándole paso a una muy feliz Sarah.

-¡Rosalin! ¡Mi padre aceptó que trabajes en el cuarto de costura! ¡Te dije que los ojitos de perrito nunca fallan! – Dijo la niña acercándose a abrazar a Rosalin – También dijo que quiere hablar contigo –

Rosalin se quedó como de piedra ¿Qué se suponía que iba a decirle sobre el deseo de su hija de que ella le cosiera el vestido en el cuarto de costura de su amada esposa que era como un santuario para él? ¿Qué iba a decirle a ese hombre que le había dado el primer beso de su vida y para él había sido una porquería porque creía que era Evelin?

Sarah, tomó a Rosalin de la mano y la condujo hasta el despacho donde se encontraba el señor Duncan. Entraron y él le pidió a Sarah que lo dejara a solas con Rosalin, por lo cual, ella se preocupó. Cuando Sarah salió de la habitación, él se paró de su silla que estaba detrás del escritorio y se vino a parar frente a ella, mirándola como una pantera a su presa.

-¿Qué es lo que pretendes Evelin? Y no me salgas con el cuento de que eres una gemela. Ya basta de estupideces y dime qué es lo que pretendes – Dijo arrinconándola contra la pared –

-¿Qué es lo que pretendo? – Dijo Rosalin poniendo una mano en su estómago que se sentía muy duro a pesar de la tela de su ropa –

-Sí. ¿Qué pretendes con éste juego de hacerte pasar como amiga de Sarah y coserle su vestido. ¿Para qué estás haciendo todo esto? ¿Siquiera sabes coser? – Preguntó el señor Duncan malhumorado –

-Señor Duncan, mi madre era costurera y ella me enseñó todo lo que sabía sobre el oficio de la costura. Es por eso, que me encontró usted el otro día allí. Estaba cociendo un pequeño bolso para Sarah y hoy, cuando entró a mi cuarto llorando porque ella era la única niña de su salón que no iba a participar en la obra, por no tener vestuario, no pude negarme a ayudarla – terminó Rosalin mirando fijamente aquellos hermosos ojos de beduino. Su corazón se saltó un latido y luego comenzó a latir apresuradamente – Esa fue toda mi motivación, señor. Ayudar a Sarah con el vestuario para la obra –

Hubo un silencio por breves segundos mientras el juez deliberaba. De pronto, lo vio suspirar y relajar su postura, asintiendo con la cabeza.

-Está bien. Voy a creerte esta vez, Evelin – Dijo el señor Duncan – Puedes usar el cuarto de costura y ayuda a Sarah con su vestuario. No muevas nada de su sitio. ¿Entendido? – terminó el señor Duncan y de pronto se inclinó hasta que sus ojos quedaron frente a los de ella – Te advierto que te estaré vigilando muy de cerca y si le llegas a hacer algo a Sarah o sale lastimada de alguna manera, me las pagarás Evelin, me las pagarás con tu sangre. ¿Entendiste? –

-Sí, señor Duncan – Respondió Rosalin con voz quebradiza y agregó – Señor, yo también quería decirle que estoy muy agradecida de todos los cuidados que me han prodigado para mi recuperación, pero quisiera poder buscar un trabajo y un lugar para vivir. No quiero seguir siendo una carga.

El señor Duncan caminó lentamente hacia su escritorio, mientras Rosalin hablaba y se sentó de nuevo en su silla y sin mirarla respondió:

-Tal vez más adelante busques un empleo, por ahora preocúpate por ayudar a Sarah con lo del vestuario. Si no tienes más qué decirme puedes irte – Dijo el señor Duncan sintiéndose extraño de querer besar y abrazar a Evelin, porque en los últimos tiempos que estuvo aquí a él no le provocaba nada su presencia –

-Está bien – Respondió Rosalin – Gracias señor –

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