Ana Lis.
Sintiendo la piel afiebrada, bajé las escaleras sin ninguna prisa y completamente apática por ir a la universidad. Llevaba un conjunto ligero y zapatillas cómodas, no quería que nada me molestara.
Mis rodillas amenazaban con ceder al subir los escalones, sentía como mi cuerpo sufría el dolor de la malicia humana. Y para colmo, mi cuello se hizo un moratón causado por los dedos de Adriel.
— Sólo me faltaba su firma.
Me detuve en mitad del pasillo cuando oí la voz firme y algo familiar, era un sonido grave que reconocería desde lejos sin equivocarme.
Al instante me puse en alerta, doblé las rodillas y me agazapé en la esquina del alto muro que podía ocultar hasta cincuenta Ana Lis.
— Vale, hasta dentro de media hora.
Adriel extiende su brazo para un apretón de manos.
— Nos vemos allí.
Igor sale rápidamente hacia la puerta. Suelto un gemido bajo y el aire de mis pulmones.
Mi asesor no me dijo que Igor trabajaba en la empresa de los Lobos. Eso lo cambiaría todo, nunca habría pues