Leonardo y Renato se miraron fijamente a los ojos, celeste y celeste carecían del amor y la ternura típica entre los hermanos, y en su lugar tan solo lograba apreciarse un profundo y viejo odio.

—Miserable… ¿A qué has venido aquí? — cuestionó Renato arrastrando ira en su voz.

Leonardo sonrió de medio lado con un deje de cinismo. Renato siempre había sido igual; demasiado estricto, demasiado perfecto…demasiado falso.

—Solo vine a tomar lo que me pertenece, hermano. — respondió pasándolo de largo, aquella tarde había acudido a petición del padre de ambos.

—Espera…infeliz, me dirás ¿Qué era lo que hacías en el departamento de Arianna esta mañana?, ¿Y a que carajos has venido aquí?, sabes bien que nuestro padre te quiere fuera de nuestras vidas por culpa de tus escándalos. — dijo Renato.

Leonardo soltó una sonora carcajada que hizo voltear a los sirvientes que se hallaban desperdigados aquí y allá.

—¿Mis escándalos dices?, ¿Mejor dicho no querrás decir tus mentiras? — aseguró Leonardo tom