2.

Roman.

-No puede ser, ¿por qué no me dijiste su nombre antes? –Se quejó Lucila y quise que en este momento pasara un coche y me arrollara.

-Pensé que te lo había dicho.

-Estoy perdido, ¿por qué conoces al tal Roman? –Le preguntó Mateo a Lucila. ¿Cómo no lo iba a conocer? Roman era el chico turbio que le sacaba dolores de cabeza. Ella también es maestra en la escuela en que entré hace dos semanas, da clases de filosofía y desde mucho antes de entrar, la escuché quejarse de un alumno de su aula que hace lo que le venga en gana, llega tarde, no responde cuando le hablan y si lo hace, puede llegar a ser muy grosero, pero no lo sacan porque tiene notas ejemplares, pero socialmente, es todo lo contrario. Lucila dice que no habla con nadie, se sienta atrás y tiene extrañas manías. Ella dice que mueve las manos de forma compulsiva y que su mirada es penetrante, te mira como si te quisiera hacer pedazos. Francamente yo no lo había visto en la escuela, no les doy clases a los chicos de once y si lo hubiese visto, no lo habría reconocido. Está altísimo, puede estar midiendo un metro con ochenta y ya no usa el corte de hongo por el cual me burlaba y su cuerpo ya no parece una P mayúscula, adelgazó. Ya no le podré agarrar los gorditos, ya no podré amenazarlo con hacerlo rodar por las calles del vecindario Toboganes.

-Urania, ¡que bella estás! Tu cabello es azul ahora. –La señora Marlene me saludó y también el señor Salomón, los invité a pasar, el p minúscula ahora (ya no sería mayúscula) trajo muchas cosas, dos enormes maletas y varias cajas, incluso una bicicleta. No me saludó al verme, tampoco a mis amigos ni por tener algo de cortesía al menos.

Los invité a pasar y les ofrecí algo de comer. Roman ignoró cuando le hablé y ya veía el tormento venir. Me senté a cuadrar los últimos detalles con su madre y lo miraba de reojo a veces. Cambió muchísimo, su cabello negro y sus cejas gruesas contrastaban mucho con su piel blanca y ojos miel. Creo que fácilmente podría ser un chico popular, debo aceptar que es muy lindo, si yo hubiera estudiado con él a esa edad, sin duda me habría roto el corazón. Creo que podría serlo, pero su personalidad jamás lo va a dejar, un chico como él jamás podría tener amigos. Es muy narcisista, no cree que la gente común esté a su nivel (intelectual), pero aquí no va a ser como en la escuela que lo dejan hacer lo que se le dé la gana, o como en su casa que le daban todo lo que quisiera, él no me va a tomar por tonta, o me respeta a las buenas o lo obligo. No quiere decir que vaya a ser mala con él porque ya me veo cuidando de él, pero no porque me preocupe su bienestar, voy a permitir que me trate como solía hacerlo de niño. Eso no va a suceder de nuevo, espero que las cosas resulten bien ahora.

Creo que ahora intentaré llevarme bien con él, no lo voy a molestar como antes, debo ser su amiga o su estadía aquí será todo un infierno. Ellos se despedían de su hijo y mis amigos no paraban de hacer comentarios de él.

-Es lindo. –Comentó Mateo y Lucila reía. Ellos son una pareja muy extraña, están juntos desde hace varios años y ambos tienen ideas muy liberales. No son como los demás, no se celan entre sí, ni se prohíben cosas y, además, ambos son bisexuales y a veces cuando salen, se enredan con todo tipo de personas, pero siempre juntos, en complicidad. Yo no haría algo así, pero si ambos son felices de esa manera, me parece bien.

-Has dicho tres veces que Roman es lindo. Eso ya lo sé, pero es pesado. El año pasado lo llamaron para recibir una medalla y ni se dignó a levantarse cuando lo llamaron tres veces. Hace días me regresó uno de mis textos que le mandé en clases y el muy malnacido me lo regresó subrayando mis supuestos errores ortográficos. Quise patearlo, me hizo quedar mal delante de todos y lo peor es que ni siquiera se burló de mí cuando todos reían. –Comentó Lucila y en ese momento lo pensé, creo que nunca lo vi sonreír antes, no lo hizo. Siempre está con el rostro serio, pero no molesto, es peor, siempre se ve indiferente.

-Él no se ríe. –Comenté. –Siempre se ve indiferente, pero las únicas veces que lo vi cambiar de expresión, era cuando le reclamaba cuando me hacía algo malo y me miraba con un intento de sonrisa y a la vez malicia, es todo un infeliz, pero espero que haya cambiado un poco al menos.

-Urania. –Me llamó la señora Marlene antes de salir y me hizo señas para que me acercara a la terraza. –Quería decirte algunas cosas sobre mi hijo para que no tengan inconvenientes.

-Está bien.

-Creo que ya sabías que él es diferente, es autista y tiene trastorno obsesivo compulsivo. –Fingí darme por enterada, pero era evidente. Papá se dio cuenta enseguida en su momento, se le nota de lejos que no es como todos. –Entonces hay ciertas cosas que él no tolera. Cuando le sirvas la comida, trata de que no se mezclen los alimentos entre sí, si las vas a servir por ejemplo, arroz de almendras con carne, trata de que la carne o su salsa jamás se mezclen con el arroz, porque no comerá. –Asentí. –No le gusta el cereal y tampoco el azúcar, con él hay que usar endulzantes sanos, como para diabéticos, es muy meticuloso con eso, no se le puede engañar diciendo que tal cosa no está endulzada con azúcar cuando si lo está.

-Vaya, creo que debo anotar. –Entré un momento a buscar una libreta y un esfero. Podría haber anotado todo en un teléfono, pero no tengo uno porque el imbécil de Mateo lo dejó caer cuando fuimos a la feria, así que me traerá uno en un par de días. –Con respecto a la comida te diré en resumen que come bastante, le encanta la sopa y siempre come postre después de cenar. –Vaya mimado he metido en casa. –Para dormir también tiene ciertas costumbres.

-¿También?

-Sí. –Sonrió. –Espero no asustarte o que creas que será mucho trabajo.

-No, no pasará.

-Él se duerme siempre a las diez, puntual a esa hora, también come a horas puntuales o cree que enfermará. Trata de no reírte de él por eso, se sentirá muy mal si lo haces.

-No lo haré.

-El normalmente no se levanta, duerme profundo, pero si hay tormenta y más si es eléctrica, se altera, no lo soporta. Sería bueno que lo acompañaras hasta que pase y más si se va la luz. –En Barranquilla es muy común que se vaya la luz cuando llueve o en realidad a cualquier hora se va, odio eso.

-Si te insulta o hace algo malo, puedes golpearlo con un palo, un garrote o lo que sea que golpee duro. –Comentó el señor Salomón y reí fuertemente, creí que era una broma, pero no era así.

-No golpearé a Roman, ya está muy grande para eso.

-Urania, sé por qué te lo estoy diciendo. Es mi hijo y lo amo, pero es insoportable a veces.

-Señor, no lo golpearé nunca. –Durante mis años de estudio en desarrollo humano nos decían que a un niño jamás se le debe golpear, que hay que reprender hablando y dialogando. Aunque en la realidad he visto que eso es b****a, si un niño hace algo malo y ve que le hablas bonito, lo seguirá haciendo, después de tantos años de estudios los mismos profesores nos decían que eso es b****a, crías malcriados sí solo “los castigas” o les hablas. Pero de igual forma, jamás agrediría a Roman, no es un niño, es mucho más alto que yo y aparenta mucha más edad de la que tiene.

-Y una última cosa, él es casi un hombre adulto que está en plena de etapa de exploración y tú eres una chica joven y bella, trata de… mantener distancia, a pesar de que él sea extraño no cambia el hecho de que le gusten las chicas y teniendo a una como tú viviendo con él, pueden surgir situaciones, me decepcionaría mucho saber que sucedió algo entre ustedes, espero y seas profesional Urania. –Comentó la señora Marlene y sentí que se me revolvió el estómago, ¿cómo es posible que piense eso? Él es seis años menor que yo y es alumno en la escuela en que trabajo, jamás me fijaría en un estudiante, no soy una pervertida.

-Disculpa a mi esposa. –El señor la fulminó con la mirada, que dijera eso me hizo sentir muy incómoda. –Él es caso perdido, no se enamorará de nadie nunca, no tiene empatía, así que quédate tranquila, no te hará nada.

Se despidieron y luego entré a la casa, Roman estaba sentado en la sala. Tenía las piernas cruzadas y unos enormes audios puestos. Vestía unos vaqueros azules, una camisa verde oscuro de cuadros y botas. Mis amigos lo miraban fascinados, como si fuera alguna clase extraña de espécimen y Roman los ignoraba, creo que ni había notado que ellos lo miraban por estar inmerso en la novela que tenía en la mano.

-Ya dejen de mirarlo, está bien que el chico sea atractivo, pero no es para tanto. Debo ubicarlo en su habitación, creo que deberíamos vernos luego. –Les dije y ellos rieron, hablé tranquila porque él tenía esos audífonos puestos y sé que no iba a escuchar.

-Volveremos. –Dijo Mateo mientras se despedían. –Más pronto de lo que crees.

-Miren, les voy a advertir una cosa a los dos. Él es intocable, no lo van a embaucar, no lo voy a permitir.

-Amiga, lleva como cinco minutos en tu casa y ya estás marcando territorio. –Me miraban burlándose con malicia y bufé.

-Lo digo porque ustedes son pervertidos y quieren devorarse a todo ser viviente, pero con Roman, no.

Ambos se despidieron y cerré la puerta tras ellos, me recosté un momento. Pensé en ese momento en que me había metido en una grande, pude haber metido al enemigo en casa. Lo que no sabía en ese momento es que ese chico, cambiaría todos los colores que creía conocer en mi vida.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo