110. ¿Quién da 30 mil dólares por la fierecilla?
Amir
Avanzamos en la fila, pero por más que intento actuar con normalidad, es imposible ignorar la presencia de tantos rostros conocidos y públicos entre la multitud.
Cada uno de ellos representa todo lo que detesto de este país: la corrupción, la impunidad, la indiferencia hacia el sufrimiento de los demás. Por alá, es que hay magistrados, jueces, congresistas, senadores, ¡Incluso famosos de la televisión!
Siento una mezcla de rabia y repugnancia, pero me obligo a mantener la compostura. Es difícil contener la ira que hierve dentro de mí mientras observo a esos hombres poderosos, con sus trajes caros y sus sonrisas arrogantes.
Sin poder callarme más tiempo, me acerco y susurro a Said con amargura:
—Mira a estos malnacidos, a esta porquería es la que gobierna nuestro país y hace las leyes.
Said me mira con gesto turbado y responde en un susurro igualmente cargado de emoción:
—Hoy van a caer, vamos a encargarnos de que todos queden grabados.
Sus palabras me reconfortan un poco,