La reencarnación de la diosa Luna
La reencarnación de la diosa Luna
Por: olasoyjuju
Capítulo 1 ೃ࿔₊•

Capítulo uno:

Dmitry Volkov, mi extraño vecino.

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— Es tan lindo — hable cuando vi a mi apuesto y misterioso vecino salir de su cuarto de baño solo con una toalla blanca cubriendo sus partes.

Señores, mis ojos hoy han sido bendecidos.

Ok, ustedes deben de estar pensando... ¿Quién es esta loca que espía a su hermoso vecino con unos binoculares de color negro opaco?

Me llamo Valeska Ochoa, tengo diecisiete años y soy de nacionalidad Ecuatoriana. Mi madre murió por cáncer de estómago hace un mes atrás por lo que me tuve que mudar con mi abuela paterna (ya que mi abuela por parte de madre también había fallecido unos años antes) a Estados Unidos, específicamente Fairbanks. La ciudad más grande que tiene Alaska aparte de Anchorage, además de ser jodidamente helada. Bueno pero de eso no vine hablar.

Oh, claro que no.

Si no del adonis que tengo por vecino, el amor de mi vida, el padre de mis futuros hijos.

Se llama Dmitry Volkov de nacionalidad rusa, tenemos la misma edad, le gusta mucho la música clásica, toca el violín, practica basquet, además de pintar como un profesional sin haber tomado ninguna clase. Su color favorito es el negro y el azul oscuro, el dulce que más come son los caramelos ácidos y odia las multitudes (No pregunten como se eso, gracias).

Vive con sus padres. Odeya y Alek Volkov, un matrimonio que aún conserva la misma llama que cuando eran jóvenes (según mi abuela los ha visto tener relaciones sexuales en el patio de su casa). Se ven muy lindos juntos y son muy amables, lo sé por las dos únicas veces que he cruzado palabras con ellos.

Tiene dos hermanos. El mayor se llama Alexey y tiene veinte años. Su cabello es rubio cenizo y tiene unos profundos ojos de color azul eléctrico. Segun los rumores es todo un casanova, no he tenido el placer de hablar con él (una vez lo intente y me tropecé con mis pies cayendo en un charco de lodo). Y el menor de quince años llamado Alexander. Su cabello es de un castaño muy claro tirando casi para el rubio y unos ojos verdes agua muy preciosos. Ese chico por muy lindo que parezca es demasiado egocéntrico y un bromista muy pesado.

Es algo raro ya que todos en la familia Volkov tienen el cabello y ojos claros, menos Dmitry. Su cabello azabache con varios mechones rebeldes en la frente, una afilada mirada de color café oscuro, piel jodidamente clara y tersa (lo único que comparte con su familia) y un porte de chico malo como de los libros. En realidad no me interesa mucho pues mi adonis es tremendo bombón marcando la diferencia así.

Aunque dejando de lado su bonita y misteriosa apariencia...

— ¡Valeska Floralba Olaya Mora!

El grito de mi abuela me saca de mis pensamientos donde solo habitaba mi vecino. De forma rápida tome los binoculares que estaban a mi lado para ver de nuevo por la ventana.

Dmitry ya no estaba.

Suelto un suspiro desanimado para segundos después sentir el golpe de la zapatilla de mi abuela en la espalda.

— ¡¿Me estas oyendo, muchacha?! — me grita molesta.

— ¡¿Pero por que esa violencia?! — reclamo.

Mi abuela se llama Paola y para tener setenta y cinco años se conversa muy bien. Su cabello negro estaba agarrado en una coleta alta y llevaba un vestido de color azul marino.

— ¡Vas tarde! Llevo hace diez minutos gritando que el bus se te pasó y que vas con cinco minutos de retraso.

De forma rápida volteo hacia mi reloj en mi mesita de noche para ver la hora notando que van a ser las ocho de la mañana.

Mi abuela rueda lo ojos al ver mi expresión de pánico.

— Solo por hoy te llevare a la escuela — camino hacia la puerta—. Te doy diez minutos, Valeska.

Apenas sale de la habitación voy hacia mi armario para tomar el cochino uniforme escolar que se basa en una camisa blanca junto a una falda de cuadros gris con negro.

Tengo un mini debate si debería bañarme y llegó a la decisión de no hacerlo pues me bañe antes de irme a dormir.

No lo creo necesario además que esta haciendo mucho frío.

Luego de colocarme el uniforme, me pongo mis botas (sin tacon obviamente) luego de haberme colocado unas medias largas y un abrigo negro.

Ahora el problema es el nido de pájaros que tengo por cabello. No fuera tan difícil si mi pelo no fuera rizado.

¿Debería raparme? Me parece una gran idea por que siempre y cuando puedo usar peluca.

Tomo una liga de mi cómoda y me hago un chongo mal arreglado copiando a las chicas de los libros. Me alegraría decir que me quedo hermoso pero creo que me veo peor que antes así que me saco la liga dejándome el pelo suelto.

Me lo acomodo un poco y mis ojos van al reloj.

¡08:13!

Tomó mi mochila rápidamente tratando de ver que lleve todo dentro y me miró por última vez en el espejo sintiéndome rara por no llevar mi delineado.

La única cosa que me se hacer.

El grito de mi abuela me hace cerrar la puerta de mi habitación ignorando el hecho que me debo ver espantosa sin las dos rayas negras decorando mis ojos verdes.

— ¡Toma! ¡Toma! — me metió un pan con mermelada a la boca apenas llegue a la cocina—. Camina, rápido, llegas tarde.

Trate de coordinar mis pasos con los mordiscos que daba a mi sanduche mientras trataba de meterme dentro del deportivo gris de mi abuela.

Paola entró al coche una vez cerró con llave la casa y se encaminó hacia mí escuela.

Mi abuela conducía como Torero tratando de llegar a tiempo (a pesar que llevo media hora de retraso) a la escuela.

Cuando llegamos ella solto un suspiro aliviada para darme una radiante sonrisa como si no se hubiera pasado tres rojas y casi atropella a dos ancianas en el camino.

— Ten un buen día, cariño.

Me tiende unos cuantos billetes y quita el seguro del coche para que pueda salir. Al hacerlo ella baja el vidrio y me lanza un beso.

— No me esperes, llegare tarde— y así como llego se fue.

Me quedé mirando como si carro se iba rápidamente del lugar, mire mi mano contando los billetes. Al terminar me lo guarde en el interior de mi brasier comenzando a caminar a paso tranquilo.

Igual ya llegue tarde, ¿Qué más puede pasar?

— Señorita...

M****a, ¿Pará qué abrí la bocota?

Me gire con una sonrisa tensa para ver a la rectora frente mío mirándome de con desaprobación.

— Pero si es mi directora favorita— suelto una risa nerviosa jugando con mis manos—. Se ve guapísima, no me diga, ¿Se hizo el colágeno en la cara? — ella me mira seria con los brazos cruzados.

— ¿Tarde otra vez?

— Si, pero tengo una razón, lo juro.

— No quiero escucharla, mira Ochoa, cuando tu abuela hablo conmigo me dijo que eras una muchacha responsable y... No me estas demostrando eso.

— Lo lamento — bajo la mirada con las mejillas rojas de la vergüenza.

— Solo por esta vez no te haré un reporte — me dice haciéndome aliviar—. Que sea la última vez, ahora ve a tu salón.

— Si, señora.

Comenzó a caminar cuando me vuelve a llamar la atención.

— Dame ese buzo.

Me giro peor que muñeca poseída por la llorona cuando me ordenó eso.

¿Como dice que dijo?

— Pero está haciendo demasiado frío — balbuceo nerviosa señalando mi alrededor.

— O me das el abrigo o te hago el reporte.

¿De verdad cree que le daré mi abrigo con este frío que parece que estamos en el polo norte?

Pues si.

Ahora en encuentro en la cafetería luego de pasar dos horas en el salón química con esta camisa manga corta y el jodido aire acondicionado.

A lo lejos divisó a una rubia de abrigo rosado claro caminar hacia a mi.

Tiffany Parker una vez cerca mío me da dos besos en ambas mejillas para después sonreír haciendo relucir dos hoyuelos en sus mejillas.

— Dios, pareces un cubo de hielo, ¿Porqué no trajiste abrigo?

Ella es una de las pocas personas con las que he interactuado. Es rubia de ojos color miel, sonrisa perfecta y actitud amable. Si, la típica chica popular y bonita.

— Lo traje pero Dolores me lo quito — giró los ojos.

Tiffany abre la boca mientras afirma varias veces para luego sacar su teléfono y con una sonrisa pícara mostrarme un post de i*******m.

Era una publicación de uno de los jugadores de hockey sobre hielo de la escuela.

— ¿Qué es eso?

— Claro, finge demencia — sonríe burlona—. Una fiesta, tontita, es hoy en la noche y tú tienes que venir.

La miró incrédula cuando esas palabras salieron de su boca.

¿Yo? ¿Fiesta? ¡Ja! Es como decir que Raquel tiene dignidad y eso es decir mucho.

— No soy de fiestas, lo sabes— me meto un puño de papas fritas a la boca.

— ¡Lo sé! Y eso me enoja, quiero ir contigo pero tú prefieres acosar al raro de tu vecino.

— No es raro, Dmitry es misterioso... — ella me da una mirada como si no creyera lo que dije—... Además no le acoso.

— ¿Dime que perfume usa?

— Dmitry no usa perfume, le irrita la nariz... — Tiffany suelta una sonrisa burlona—... Ok, tu ganas, quizás si lo acoso pero bien poquito.

— Si, claro — rueda los ojos tomando su teléfono mientras se para del banco—. Iré con Tyler, ¿Vienes?

— Sabes que odio a Tyler.

— Lo sé pero sería bueno que socializaras un poco.

Tiene razón pero me pongo muy nerviosa cuando estoy con gente que no conozco, es como si todos mis cables se desconectaran para quedarme en blanco. Me comienzan a sudar las manos y cuando eso pasa termino por decir o hacer alguna estupidez.

Créanme cuando entro a ese modo hago cosas muy idiotas.

— Lo haré después — ella niega sabiendo que no lo haré.

— Iré a tu casa a las seis... — antes de irse murmuró algo que me dejó confusa—... Hoy es luna llena.

Me quede observando como se iba meneando las caderas saludando a quien se cruzara en su camino.

¿Qué tiene que ver la luna llena con la fiesta de hoy?

Con esa incógnita en mi mente tome mi mochila para dirigirme al único lugar donde podría encontrar paz.

La biblioteca.

Amo leer, sin duda es mi actividad favorita y donde puedo meterme en un mundo muy distinto a mi fea realidad.

Siento una ventisca helada erizarme los vellos del cuerpo por lo que apuro el paso para llegar a mi cueva.

Abro la desgastada puerta café para entrar a la cálida biblioteca.

Bueno ni tan cálida.

Un aire helado me hace temblar en mi sitio, al parecer hoy quisieron prender el aire acondicionado. Una vez adentro saludo a la chica pelirroja que acomoda los libros con una deslumbrante sonrisa.

— ¡Hola, Valeska!

— ¿Qué tal, Robin?

— Ya sabes, acomodar libros es un sueño para mi — bromea la hermosa chica de ojos negros y cabellos rojos—. Llegaron nuevos libros de los que te gustan— me giña el ojo con una sonrisa coqueta.

— Gracias, ¿Quieres que te ayude con eso? — señaló la pila de libros en la carretilla.

Robin niega con la sonrisa terminando de colocar los libros, toma el mango de la carretilla y se despide de mi con su mano.

Camino hasta la sección de libros eroricos... ¿Qué? Tanto tu y yo sabemos que esos libros son los mejores. Además prefiero mil veces leer que ver videos en las redes sociales.

Al llegar a mi templo paso la mirada por los estantes y tomó un libro de color rosado.

La venus de las pieles.

No se de que trata pero al ver a la chica semi desnuda en la portada me hace una idea y creo que me va a encantar.

Esbozó una sonrisa pícara y me doy media para ir donde Robin cuando chocó con alguien que estaba detras mio haciéndome tirar el libro al suelo.

Levantó la mirada encontrándome con la oscura mirada de Dmitry cortandome el aliento. Retrocedo varios pasos chocando con el estante aún algo impactada por su presencia.

Él chico dirige su mirada al libro para agacharse a recogerlo. Pude ver claramente como en sus labios se formó una leve sonrisa la cuál quito de forma rápida.

— ¿Tuyo?

Santa Virgen de los abdominales.

Yo, sin poder contestar, solo atiné a mover la cabeza afirmando lo obvio.

Estira su mano para pasarme el libro rosa, al hacerlo sus dedos rozaron con las mías. Dmitry frunce el ceño para luego agarrarme la mano sacándome un susto por la repentina acción.

¿Estoy soñando? Joder, si es así, por favor bésame, Dios mio.

— Estas helada— me dice quitándose su abrigo para colocarlo en mis hombros.

Claramente se que Dmitry no usa perfume por eso la leve fragancia a café recién hecho y libro viejo me confunde un poco.

— G-gracias— me doy un golpe mental al escuchar mi estúpido tartamudeo.

Él solo me observa con la frente en alto y sin ninguna expresión en el rostro viéndose jodidamente sexy.

— Tranquila, puedes quedartelo.

Tampoco iba a devolvertelo.

Su mirada me pone nerviosa, es como si quisiera devorarme completa. En un intento para dejar de sentirme acorralada doy varios pasos para atrás tropezando con mis pies cayendo al piso.

¿Así o más ridícula?

Dmitry frunce el ceño y con esa acción ya me tiene babeando de nuevo.

— ¿Estas bien?

— ¡Si! Si, solo es que, zapatos nuevos, ya sabes — trato de pararme pero al hacerlo el libro en mis manos vuelve a caer y les juro que estoy a unos segundos de ponerme a llorar de lo nerviosa que estoy.

— Tranquila — me detiene antes de agacharme a tomar el libro, él vuelve a tomar el objeto con sus manos (recién noto que tiene un anillo de serpiente en el dedo del medio de la mano derecha) y noto su mirada recorrer mis piernas hasta que vuelve a estar de pie. Me tiende una sonrisa ladeada colocando el libro en mis manos—. No muerdo a menos que quieras que lo haga, caramelo.

Me quedo inmóvil al escuchar eso viendo como se aleja del sitio como si no me hubiera provocado como tres orgasmos.

Miró de nuevo el abrigo en mis hombros y suelto un suspiro.

Bueno... Qué Dolores me quitara el abrigo tuvo algo de bueno.

Gracias, Directora.

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