Despertar junto a mi esposa me llenó de incertidumbre y remordimientos de conciencia. No era para nada honorable de mi parte mi comportamiento hacia ella.
Desde que nos casamos, se había esmerado tratando de complacerme y de tener un buen matrimonio y yo me había encargado de evadirla a toda costa.
La miré por un rato mientras dormía, su cuerpo y su rostro parecían de una niña, aun cuando ya era una mujer de casi veinte años.
Se abrazaba a mi pecho como si intentara demostrarme que estaba dispuesta a que naciera entre nosotros un sentimiento más allá de la obligación.
A petición de mi madre ese día no iba a ir a la oficina porque quería que recogiéramos a mi hermana en el internado y quise complacerla. No esperaba que Hana se ofreciera a acompañarnos, pero al parecer también ella quería complacer a mis padres y eso me dio un poco de satisfacción al ver que su comportamiento era el que debía tener una esposa con su nueva familia.
Mis padres quisieron descansar un poco más y Hana-Rhee