– Metete conmigo –le ordené.
– No creo que sea lo más prudente, Elena.
Ryan me restregaba el cuerpo con la esponja en la bañera, él estaba aún vestido, se negaba a tomar el baño conmigo. Aunque sus ojos me decían que se moría por el roce de nuestros cuerpos mojados y no precisamente por el agua.
– Es una orden –lo miré divertida.
En su rostro se veía la lucha interna de sus voluntades y razones.
– Por favor, Ryan –le supliqué, necesitaba de su tacto ahora más que nunca. No solo el de la esponja.
Se empezó a desvestir despacio, como de costumbre, no me quitaba la mirada de encima, ni yo a él. Cuando terminó de desvestirse me fijé que no solo yo sentía la tensión, algo lo delataba a él y ese algo me encantaba. Agaché la cabeza y sonreí por lo bajo, mis mejillas ardieron.
– Me encanta verte sonreír – dijo mientras se metía en la bañera, detrás de mí. El agua se rebosó p