Fabrizio
—Disculpe, señorita, me preguntaba si podía decirme dónde estaba —la muchacha me miraba extrañada. Tenía el cabello negro y los ojos verdes. No se parecía en lo absoluto a mi Margarita y, sin embargo, había algo en ella que me decía que estaba relacionada. Más allá de la flor en su cabeza, había algo inexplicable.
—¿Dónde estamos? Pues en el Paraíso del Bosque, el lugar para que los caminantes, perdidos o no, se encuentren y descansen —respondió mientras volvía a tocar el piano.
¿Qué demonios está sucediendo?. A mi alrededor veo hombres tomando vino, las meseras hablando y moviéndose entre la barra y las mesas, pero nada más. Lo que me parecía más sorprendente era que no podía distinguir si las personas allí eran vampiros, humanos u hombres lobo. Todo parecía demasiado extraño.
—Señorita, ¿sabe si aquí hay lobos o vampiros? —le pregunté susurrando. Ella sonríe y me mira como si estuviera completamente loco.
—Lobos, allá afuera, sin duda. Los escucho aullar de vez en cuando. Y