La tarde en el parque se tornaba más tranquila, con el sol pintando el cielo de tonos cálidos y el sonido de los niños jugando reduciéndose a un murmullo lejano. Donovan y Clara seguían sentados en el banco, cada uno sumido en sus pensamientos. Fue Donovan quien rompió el silencio primero.
—¿Sabías que estudié psicología unos semestres?
Clara parpadeó, sorprendida por la confesión inesperada. Giró ligeramente hacia él, intrigada.
—¿En serio? —preguntó, arqueando una ceja.
Donovan asintió, recostándose contra el respaldo del banco con las manos en los bolsillos.
—Sí. Siempre me interesó entender cómo funcionan las personas, sus pensamientos, emociones... esas cosas. Me parecía fascinante.
—¿Y por qué no terminaste?
Él soltó una risa suave, sin alegría, mirando hacia el horizonte.
—Porque mi familia tenía otros planes para mí. Psicología no encajaba con la idea de lo que un Kincaid debía hacer. Así que me "convencieron" de que mi tiempo estaría mejor invertido en algo que pudiera aplicar