Capítulo 11: La Cacería
Las reglas nunca han sido algo que me detenga. Si hay un obstáculo, lo sorteo. Si hay una barrera, la rompo. Si hay algo que deseo, lo tomo.
Y en este momento, la única cosa que ocupa mi mente es ella.
Violet Kingsley.
La única que tuvo el descaro de mirarme como si pudiera desafiarme, cuando la realidad es que ya ha caído en mi red. Puede pretender que no, puede repetirle a su propio reflejo que está en control, pero su cuerpo ya me ha dado todas las respuestas que necesito.
La quiero. Y la tendré.
Mi memoria aún conserva su aroma, esa fragancia dulce y atalcada que se quedó impregnada en mis sentidos. Puedo sentirla en mis labios, en mis dedos, en cada espacio que compartimos antes de que su novio llamara a la puerta.
Alexander.
Pobre bastardo.
Sabe que me acerco a lo que es suyo, pero no tiene la mínima idea de que ya lo he probado. Que su perfecta Violet ya ha sentido mis manos recorriendo su piel, que sus labios se abrieron para mí antes de que tuviera ti