ANDREA
—No se preocupe, yo le pasaré el mensaje al señor en el instante que logre comunicarme con él —informa Hilda cuando entro a la cocina.
Cuelga la llamada. La observo con el ceño fruncido; noto que algo le preocupa.
—¿Qué pasa, Hilda? —pregunto. Ella da un pequeño respingo cuando capta mi interrupción. Estaba distraída con algo en su mente. —¿Estás bien?
Me angustia; no veo que esté bien. Se ve pálida e inquieta. Toma un pañuelo que estaba antes sobre la encimera y comienza a restregarlo en sus manos, como si las trajera sucias, pero no tiene nada en ellas.
Definitivamente, algo malo le ocurre.
—¿Hilda? —insisto. Me acerco a ella y coloco una mano en su hombro. —¿No me dirás qué te ocurre? No te ves bien; me preocupas.
—Perdón —se disculpa y se aparta de mi lado, se pone a lavar unos platos que están en el fregadero.
—La llamada de antes, ¿es la causante de que estés así? —me atrevo a preguntar.
Tal vez sea algún problema familiar o algo referente a su vida, pero claramente oí qu