Y no se equivocó en absoluto. Hannah disfrutó de cada minuto que pasaron mojándose, salpicádose, enjabonándose, acariciándose, deseándose bajo el agua caliente de la ducha. Y quién sabía el tiempo que hubieran seguido allí de no ser por los ruidos de hambre que empezaron a retumbar en el estómago de Hannah.
Secarse el uno al otro fue casi tan divertido.
Limpia, pero desnuda como el día que nació, Hannah volvió a meterse bajo las sábanas mientras Justin se afeitaba. Cuando él entró en la habitación totalmente desnudo, ella admiró el cuerpo delgado y musculoso mientras él se ponía calzoncillos, vaqueros, y un suéter de punto por la cabeza.
-¿Ves algo que te guste? -preguntó él, arqueando las cejas.
-La verdad es que me gusta todo el conjunto -admitió ella