Me despierto despacio, calentita y rodeada del aroma del sándalo y el cedro. Hace mucho tiempo que no me sentía tan a gusto.
A medida que me despierto, empiezo a darme cuenta de ciertas cosas. Primero, estoy desnuda. Segundo, tengo un brazo alrededor de la cintura y una mano que me toca el pecho. Y, por último, hay un cuerpo grande, cálido y fuerte detrás de mí y algo largo y duro presionando mi parte trasera.
Intento zafarme del abrazo de Eli, pero su brazo me rodea y no me suelta. Entonces, él me besa el hombro.
“Todavía no. Solo unos minutos más”. Su voz es grave y ronca por el sueño.
“Eli”. Eso sale más como un chillido que una petición.
“Mmmhmm”, responde, acurrucando aún más su cuerpo contra el mío y besándome la nuca, lo que me pone la piel de gallina.
“Eli, estoy desnuda”.
“Estabas dormida cuando salí del baño, así que te dejé dormir”. Su voz sigue siendo baja y su aliento me acaricia la oreja mientras habla.
“Tú también estás desnudo”.
“Bebé, después de anoche, no ha