AMELIA LEAL
Miro a mi madre dormida, todavía sin creer en los últimos acontecimientos. Compruebo si realmente está durmiendo, beso la parte superior de su cabeza y salgo de la habitación con la mente pesada. Cierro los ojos, aspirando aire en mis pulmones y luego dejándolo salir. Un escape, eso es todo lo que necesito.
— Ey. — Abro los ojos, enfrentándome muy de cerca a Pedro, está serio y su mirada es dura.
Cierro mi expresión, ignoro su presencia y entro directamente, sin importarme su protesta mientras le doy la espalda.
— Necesitamos conversar. — Dice, tomándome del brazo, obligándome a detener los pasos.
— No tenemos nada de qué hablar. Gruño con dureza, luchando contra su agarre. No me suelta, al contrario, aprieta más fuerte.
— Lo hacemos, sabes que lo hacemos. Por favor, Amelia. — Dilo en un tono más suave. Su mano libre toca mi cintura y nos acerca más.
Levanto la nariz y fijo mi mirada en la suya, sin dejarme intimidar.
— Escupe lo que quieras— . Digo, odiando que me toque.