Unos días después.
Una mañana temprano, el sol radiante se extendió por toda la tierra.
La nieve que cubría el suelo se derretía a medida que la temperatura subía.
Sylvia aún seguía dormida, pero Isabel la despertó.
Sus manos tiraban de Sylvia mientras gritaba: "Mami, levántate. Hoy vamos a jugar afuera con el Malito".
Sylvia abrió los ojos.
No solo vio a Isabel, sino que también a Odell y Liam parados junto a la puerta.
El padre e hijo la miraban con la misma expresión.
Sylvia se puso alerta al instante y se incorporó.
Inconscientemente, quiso decirles que ya tenía planes y que podían ir a jugar solos. Sin embargo, por alguna razón, las palabras se le atascaron en la garganta.
Como si pudiera adivinar que iba a decir que tenía otra cosa que hacer, Isabel se cruzó rápidamente de brazos mientras hacía un puchero y le dijo a Sylvia: "¡Mami, me voy a enfadar si no juegas con nosotros hoy!".
Sylvia frunció los labios.
Junto a la puerta, Odell y Liam seguían mirándola.
No tuvo