Peter se volvió hacia una mujer elegante con una sonrisa radiante, muy lejos de alguien que recientemente había llorado a gritos por culpa de su hija.
Perplejo, preguntó:
—¿Por qué necesita mi número de contacto?
—Nada. He sido un admirador tuyo desde hace bastante tiempo.
—¿Realmente esperas que crea eso?
—¿Entonces, si o no? —Preguntó Sherry.
—¿Puedo decir que no? Peter cuestionó dócilmente.
La expresión de Sherry cambió y una vez más se cubrió la cara con las manos.
Peter frunció el ceño y admitió:
—Está bien, está bien. Te daré mi número de contacto.
…
La minivan plateada llevaba un tiempo en la carretera.
El silencio fue interrumpido por una repentina llamada telefónica.
El hombre miró a la niña dormida en sus brazos, agarró su teléfono con la mano libre y respondió con cautela:
—¿Qué pasa?
Peter habló en voz baja:
—Señor, me encontré con la señora Fowler camino a casa.
La expresión de John cambió.
—¿Sherry?
—Sí, señor.
—¿Qué está suc