Odell regresó a casa poco después de salir de la oficina. A esta hora, Sylvia y los niños probablemente ya habían cenado. En la sala de estar, sólo estaban tía Tonya y Sebastian conversando.
Odell subió las escaleras y, mientras subía, pudo oír los gritos de júbilo y las risas de Flint e Isabel que emanaban de la sala de juegos. No parecían perturbados por la repentina ausencia de su madre. Sólo había una razón plausible por la que no estaban preocupados; Sylvia debió haberles informado sobre su partida.
Empujó suavemente la puerta de la sala de juegos para abrirla. En el interior, Isabel y Flint, con los rostros adornados con pequeños trozos de papel, guardaron silencio de repente. Ambos niños miraron a su padre en silencio. Liam, que estaba absorto con un robot en la mano cerca, también se volvió para mirarlo.
Odell fue al grano, con voz firme:
—¿Mami los llamó niños?
Lo miraron fijamente, sus ojos como gemas brillantes. Parecía que su pregunta los había tomado por sorpres