La paciencia de Sylvia se había agotado. Todo lo que quería era echar un breve vistazo, aunque fuera a través de una pared o una puerta.
Además, en todas sus reuniones pasadas, ya fuera para reprender a un subordinado o por cualquier otro motivo, había entrado sin pensarlo dos veces. Ella no era tonta; ella entendió que estaba ocupado. No tenía sentido molestarlo intencionalmente.
Sylvia hizo caso omiso de las protestas de Shermaine y avanzó más.
—¡Señora Carter, de verdad, no debería entrar! —Shermaine se acercó apresuradamente, bloqueando el camino de Sylvia.
El ceño de Sylvia se hizo más profundo. Intentó mantener la compostura y dijo:
—Hazte a un lado.
Shermaine se encontró en una situación difícil.
—Realmente no deberías entrar. El Amo Carter desprecia las interrupciones durante sus reuniones.
Sylvia replicó con frialdad:
—He estado con él durante tantos años. ¿Crees que lo entiendes mejor que yo?
Shermaine quedó desconcertada.
Sylvia se negó a continuar l