La sirvienta colocó la bandeja frente a Sherry y murmuró:
—Date prisa y come. Que nadie se entere.
Sherry rápidamente levantó la tapa de la tetera y de la taza.
En la olla había dos muslos grandes y jugosos, y la taza estaba llena de jugo de naranja recién exprimido.
—¡Bebé, te amo hasta la muerte! —Sherry le guiñó un ojo a la doncella y agarró el muslo para morderlo.
La baqueta picante y el jugo de naranja agridulce quedaron divinos para su paladar.
Sin embargo, justo cuando se estaba complaciendo con su comida, hubo una conmoción repentina afuera de la puerta.
Sherry se quedó helada.
—Esconda el muslo. Lo revisaré —dijo la criada con cautela y se apresuró hacia la puerta.
Sherry continuó mordiendo su muslo.
John estaba en un viaje de negocios, y el trabajo de los guardaespaldas fuera de la puerta era vigilar que ella no saliera del patio, para que incluso si la vieran desgarrando un muslo, no delataran a John.
Justo cuando tenía ese pensamiento, la puerta se a