Juego de poder

La esposa rebelde del rey alfa.

Capítulo 4.

Diana.

Cuando entramos al salón, todas las miradas estaban puestas sobre nosotros, sin duda la presencia del rey de los licántropos acompañado de la luna prometida daba mucho que pensar.

Su proximidad me ponía sumamente nerviosa, ese alfa tenía la capacidad de descontrolarme por completo y hacer que mis sentidos se dispararan con tan solo tenerlo cerca.

Desde que percibí su delicioso aroma masculino experimenté el deseo más grande que jamás me hubiera imaginado, y que decir de aquel beso robado, fue la experiencia más abrumadora que hubiese podido pasarme.

En cuanto Andrew apareció se convirtió en el centro de atención, y por supuesto yo detestaba de sobremanera tener que verme involucrada en todo aquello con tal de agradar a ese antipático alfa que tan mal me ponía, pero que debía reconocer que me encantaba, aún cuando él jamás lo escucharía de mis labios, sin importar el famoso vínculo que existía entre los dos.

–Al menos deberías sonreír un poco, se trata de la fiesta de tu compromiso.– Dijo Andrew con esa arrogancia que le caracterizaba.

–Como si todo esto fuera importante para mí.– Repliqué con todo el cinismo que me fue posible.

Él sonrió y me miró con esos ojos intensos que tenían la capacidad de hacerme perder el control, lo había podido comprobar cuando estábamos en el jardín.

–Espero que ya tengas en mente al alfa con el que te unirás, aunque los dos sabemos que no será tu compañero destinado.– Susurró.

–No creo que eso importe tanto en esta sociedad tan hipócrita y carente de valores en la que vivimos, aquí cada quien busca su propia conveniencia.– Pronuncié con todo el coraje que sentía.

Por la expresión que pude percibir en su rostro pude notar que lo que le acababa de decir parecía divertirle más de lo que trataba de ocultar.

–Esa sociedad a la que tanto críticas, es mi reino.– Se defendió tal como era de esperarse.

–Pues lamento mucho que mi comentario no le agrade, alteza.– Expuse en forma sarcástica.

–Tal vez no te vendría mal practicar tus modales, a tu esposo no le gustará tener a una rebelde como compañera.–Sugirió con desdén.

Ese alfa era insufrible, y había logrado sacarme de mis cabales, pero no, jamás le daría el gusto de verme descolocada frente a él.

–Pues si mi alfa me ama y desea tenerme tendrá que aprender a lidiar con mi mal carácter y mi manera tan particular de pensar.– Exclamé acercándome un poco más a él.

Sabía que ese gesto no pasaría inadvertido para Andrew, pues era consciente del vínculo que existía entre nosotros, y aún cuando se hacía el duro, mi presencia lo perturbaba tanto como la de él a mí.

Pensaba aprovecharme de eso para fastidiarlo, ya que Andrew no había parado de molestarme desde que llegamos juntos a la celebración, sin importarle lo mal que me había dejado lo que había pasado entre nosotros minutos antes, además sabía perfectamente cómo me sentía con respecto al paso que me estaban obligando a dar, y aún así seguía siendo hostil conmigo, por lo  que me encargaría que terminara tan fastidiado como lo estaba yo.

–Ahora si me permite, alteza, tengo muchos invitados que esperan por mí, espero que se sienta usted como en casa.– Solté de pronto mientras me disponía a marcharme.

–No he dicho que puedas irte.– Gruñó visiblemente molesto.

Seguí de largo ignorándolo por completo, sabía que eso no sería muy bien visto, pero no me importaba, no siempre se le podía permitir que fuera el centro de atención.

Por fortuna, muy pronto se vio rodeado por un grupo de alfas quien buscaban agradarlo, y claro, entre ellos se encontraba mi padre, quien había encontrado la oportunidad perfecta para metérsele por los ojos al famoso rey alfa.

Ante las miradas de los presentes, me abrí paso hasta llegar a donde estaban Ariel y Elena, se veían tan felices juntos que no pude evitar sentir una punzada de envidia, si solo pudiera encontrar alguien que me mirara como él la ve a ella, las cosas serían tan distintas.

–Hermanita, una vez al aparecer acaparaste toda la atención, mira que llegar acompañada nada menos que por el rey alfa, eso no se ve todos los días.– Exclamó mi hermana.

Su tono era distinto al que solía emplear conmigo, por lo que presentía que había malinterpretado lo sucedido en la estancia.

Tenía que aclarar las cosas con ella, pero ese no era el momento, así que trataría de suavizar las cosas para no hacer un escándalo.

–Coincidimos en el jardín mientras charlaba con papá y se ofreció a acompañarme, eso es todo.– Les expliqué tratando de sonar convincente.

La música estaba en su máximo esplendor, y seguramente pronto llegaría hora de abrir el baile, pero hasta el momento ningún alfa me había invitado, suponía que era por mi aparición con Andrew, ya que nadie tendría la intención de competir con el soberano de nuestra especie, si es que él pudiese tener algún interés en mí.

–Llegó el momento de que abras el baile, Diana, y como tu futuro cuñado es mi deber acompañarte, estoy seguro que a tu hermana no le importará.– Sugirió Ariel.

–No es necesario, Ariel, sabes que no se me da muy bien bailar.– Contesté tratando de justificarme.

Elena me miró con rencor, pero ella era tan mesurada en todo lo que hacía que trató de disimular los celos que sentía.

–Vamos, no seas tan modesta, deja de hacerte del rogar y acepta la propuesta de mi prometido.– Dijo por fin mi hermana con un tono que no me gustó en lo absoluto.

No me quedó más alternativa que acceder a lo que me estaban proponiendo, lo cual me parecía una pésima idea porque sabía lo que aquello podía desencadenar.

Ariel me tomó de la mano y caminamos hasta la pista de baile donde la orquesta comenzó a tocar una romántica pieza para que pudiera lucirme ante nuestros invitados, y casi de inmediato los fuertes brazos de mi cuñado me envolvieron y empezamos a deslizarnos por la pista ante las miradas y aplausos por parte de todos.

Fue inevitable no voltear hacia donde se encontraba Andrew, y me sentí decepcionada cuando lo vi de lo más relajado charlando con un joven licántropo que parecía muy cercano.

–Fue una sorpresa verlo aparecer con la luna prometida, señor.– Dijo Érick.

–La encontré en el jardín discutiendo con su padre, y decidí hacer acto de presencia para evitar un conflicto.– Respondió Andrew omitiendo parte de lo que había pasado.

–Se veían muy bien juntos, además ella es una joven hermosa y de buena familia.– Sugirió Érick de manera perspicaz.

–Si tienes algo que decir, Érick, te recomiendo que lo hagas.– Lo increpó.

–Pienso que si usted quisiera, ella podría ser su nueva reina, lo digo por la manera en que la miraba, parecía realmente impresionado con ella.– Enfatizó.

–Menuda sugerencia, una luna rebelde, todo lo contrario a lo que debe ser una reina.– Objetó tratando de sonar creíble.

–No es a mí a quien debe convencer, sino a usted mismo que no puede apartar la mirada de ella.– Replicó el joven beta haciendo gala de la confianza que los unía.

–¿Tan evidente soy?– Preguntó Andrew avergonzado.

Él asintió y después le dedicó una tenue sonrisa en señal de empatía, después de todo Érick era su beta, el ser que más lo conocía y en quien más confiaba, era lógico que buscara intervenir para persuadirlo.

El abrazo de Ariel se intensificó, e incluso acercó su rostro al mío para hablar conmigo sin que nadie pudiera escuchar lo que decíamos, y de manera instintiva busqué con la mirada a Andrew que nos miraba con el ceño fruncido.

–¿Y dices que ella podría ser la compañera que necesito?, mira lo contenta que se ve con ese tipo que a leguas se nota  que se muere por ella.

Parecía que iba a asecinarme con la mirada, tenía la mandíbula tensa y los ojos obscuros a causa de los celos que seguro estaba sintiendo por mi cercanía con Ariel.

–Tiene que disimular su molestia, señor, todas las miradas están sobre usted, además no tiene nada de qué preocuparse, ya que ese alfa es el prometido de Elena, la hermana de la chica.– Confirmó Érick.

Su rostro pareció relajarse, y entonces pude observar cómo se levantaba de su lugar abriéndose paso entre las mesas hasta llegar junto a una hermosa luna de prominentes curvas que podía enloquecer a cualquiera, lucía un vestido ceñido al cuerpo dejando al descubierto un atrevido escote que mostraba sus evidentes encantos.

–¿Me haría el honor de bailar conmigo?– Preguntó Andrew a la sensual chica que lo miraba encantada.

–Por supuesto, alteza, el honor es todo mío.– Respondió con voz melosa.

Me quería morir, no pensé que llegaría a sentir tantos celos, quería sacarle los ojos a esa descarada que no paraba de coquetearle, y a él, lo quería golpear con todas mis fuerzas para hacerle pagar el momento tan desagradable que me estaba causando.

Charlaban encantados, y Andrew no dejaba de sonreírle a la rubia empalagosa que parecía querer comérselo con los ojos.

No podía más, sentía que me hervía la sangre de la rabia que sentía, y no sabía si todo eso se debía al vínculo que nos unía, porque me costaba trabajo entender como alguien te pudiera causar tal efecto a unas horas de haberlo conocido.

Me disculpé con Ariel y salí disparada de aquel salón, necesitaba aprovechar que todos estaban atónitos presenciando  la fabulosa escena que nuestro rey les estaba ofreciendo al lado de aquella tipa tan vulgar.

Corrí tan de prisa que no dudo que mis zancadas hayan podido escucharse por todos lados, me sentía traicionada, aunque no tenía por qué, si a ese antipático rey yo no le importaba en lo absoluto, y había quedado comprobado con aquella acción que terminó por intensificar mi aversión hacia él.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo