Él tomó su mano y caminó a su lado en silencio. No dudaron en recorrer el lugar, pasaron entremedio de las parras y nunca dejaron de mirar el cielo.
—¿En qué piensas? —preguntó ella con timidez.
—En el futuro —susurró él y agregó—: En el futuro que quiero tener contigo.
—Lucca —dijo ella, riéndose—. Estoy muy confundida. Me dijiste que nos casaríamos por un tiempo y que luego firmaríamos un divorcio. —Pese a la oscuridad que los envolvía, sus ojos brillaron—. Ahora todo este loco pueblo sabe que estamos casados, incluso mis padres y no puedo herir sus sentimientos, así como así. ¡Tú viste lo felices que estaban! —exclamó sofocada—. Mi madre va a decirle a todas mis tías que me casé con un hombre sexy y adinerado —indicó y agregó—: que vergüenza.
—¿Y por qué tienes vergüenza? —preguntó él con seriedad.
Margarita suspiró. A veces le costaba hablar con él.
—¿Con qué cara le voy a decir a mis tías y a mis pobres padres que me casé contigo por un contrato laboral? —preguntó ella con ironía