Algunas decían que debían encender inciensos para liberar las cargas negativas de la oficina y las más viejas decían que llevarían ruda para poner en las puertas. Por otro lado, el argentino de Recursos humanos hablaba del asado del fin de semana y que tendría que ser suspendido por el delicado estado de salud del nuevo jefe.
Margarita caminó entremedio de sus compañeras y se acercó al baño de mujeres con preocupación para intentar comprender mejor lo que estaba sucediendo.
—Margarita, ven… —llamó el Gerente General. Ella se acercó con timidez y temor—. ¿Llamó a una ambulancia? —preguntó el hombre. Tenía los ojos llorosos. Ella asintió con los labios apretados—. Muchas gracias.
—¿Todo está bien? —preguntó ella y la culpa le vino encima al ver a sus jefes tan afectados—. ¿Lucca está bien?
El hombre suspiró angustiado y se tocó la frente con los ojos cerrados, intentando sentirse mejor después de lo ocurrido.
—Lucca sufre de diabetes tipo uno y no se puede deshi… —intentó explicar, pero