Vetta llamó a la puerta de la habitación de la Princesa Kamara. Esperó impaciente a que la puerta se abriera. Llamó una y otra vez.
Finalmente, oyó unos pasos y la puerta se abrió. La princesa estaba parada detrás de la puerta, y por su aspecto, no parecía que estuviera durmiendo.
“¿Qué haces en mi habitación?”, preguntó Kamara, sorprendida al ver a la señora parada en su puerta.
“Necesito que vengas a ver algo”, le dijo Vetta. La señora también se veía un poco engreída.
Kamara se cruzó de brazos. “¿Por qué querría ir contigo a cualquier lado en medio de la noche? Por lo que sé, podrías ser una mujer con malas intenciones y querer hacerme daño”.
“¡¿Por qué querría hacer eso?!”, siseó Vetta. No le gustaba el insulto... que se dirigieran a ella como una mujer con malas intenciones.
“No lo sé. Dime tú”.
“Escúcha, solo quiero mostrarte algo, quiero ser de ayuda. Puedes aceptar ir conmigo o no. De cualquier manera, no me quedaré aquí perdiendo el tiempo y recibiendo insultos”. V