2. Una vida

Martha

4 meses antes

Salgo apurada de la ducha para preparar el desayuno, mi esposo sigue dormido un rato más, bajo las escaleras apuradas y comienzo a sacar del refri lo necesario para el desayuno de mis caballeros. Lo primero que hice fue poner una cafetera hasta el tope de café, piqué fruta, batí unos huevos y tosté unos panes, envase cereal y leche para Diego y luego busqué el cortador en forma de animales que tengo, metí unos palillos para atrapar la comida y envase todo, vi la hora y decidí despertarlos.

—Miguel, vamos —llegue despertando a mi esposo de forma amorosa como hacía siempre —es hora de levantarse, cariño.

—Martita, no jodas tan temprano. Ya voy —su voz amortiguada en la almohada.

Me dolía como me trataba a veces, pero se lo achacaba a que estaba más dormido que despierto siempre que se acuesta tarde por trabajo pasa.

Salí de nuestro cuarto y me fui a despertar a mi príncipe, como salí de la ducha recién tenía una toalla en mi cabello y una bata esponjosa rodeando mi cuerpo de color rosa, entre en la habitación de mi pequeño y lo desperté cuidadosamente y lo metí a bañarse rápidamente, le ayudé a cepillarse los dientes, lo vestí y bajamos cuando Miguel a penas se levantaba e iba al baño.

Giré mis ojos mentalmente queriendo quejarme, pero la deje pasar y continúe mi recorrido con Dieguito hasta llegar a la cocina, le di su vasito de jugo de naranja recién exprimido y terminé mi faena con mi segunda taza de café, me fue a alistar cuando Miguel ya bajaba con su traje listo y planchado que había recogido ayer de la tintorería.

—Vas tarde, reina —dijo a modo de reprimenda y me mordí la lengua.

Tal vez si él me ayudará un poco no estaría corriendo, pero intento entender que llega cansado y quiere dormir un poco más por lo tarde que llega así que lo dejo pasar, subo y me acomodo frente al espejo, mi cabello color castaño claro con reflejos amarillos lo coloque en una cola en la base de mi nuca, me coloque unos jeans anchos y una camisa de seda color crema y tomé mi abrigo, mi cartera y bajé volando las escaleras hasta llegar a la cocina donde estaba Miguel con nuestro hijo desayunando.

—Ya me voy, osita —me besa en la mejilla, luego termina de comer su tostada.

—Nos vemos en la noche, no llegues tarde —le advertí — adiós cariño — besé a mi niño en la coronilla.

—Jamás— besó de nuevo mi mejilla, tomó su maletín y se largó.

Lo último que escuché fue la puerta de entrada y su auto arrancar y perderse a lo lejos, desperté de mi ensueño y tomé a mi bebé para llevarlo a su guardería. Luego conduje a mi trabajo en un periódico como asistente del editor, así que me toca tenerlo todo en orden y a los periodistas a raya.

—Martha, buenos días— saluda Vero una de las mejores periodistas del periódico y del mundo— ¿el jefe está de humor?

—¿Cuándo has visto a Julio de humor? —pregunté a modo de broma.

—Según mis fuentes perdió su humor en 1984 —me comentó con camaradería, nos reímos entre dientes cuando Vero se queda callado y sería.

Me giré y vi a mi jefe con cara de perro con rabia regañando con la mirada a Vero.

—¿Quién perdió su humor, señoras? — preguntó alzando una ceja para enfatizar que ya nos había escuchado.

—Tengo un esposo Julio, tu cara no me hace nada —repliqué poniéndome de pie y con una mano en la cintura —no me das miedo y hablábamos de ti — dije con media sonrisa.

—Tienes un esposo que es un idiota — soltó él, vire mis ojos.

Julio César jamás se ha llevado con mi esposo, Miguel, nunca he entendido el porque de esa aberración entre ellos.

—Sí, bueno. Eso no importa ahora —le señalé en advertencia — Vero tiene algo que decirte.

—No se paren por mí por favor — se excusa con una sonrisa pícara —amo ver a los esposos de trabajos pelear.

En el trabajo decían que Julio y yo éramos esposos de trabajos, ese hombre no encontraría su cabeza sin mí, llevaba trabajando aquí desde que salí de la universidad, eran casi 10 años con todos los altibajos del lugar, sino hubiera sido por mí Julio César jamás se hubiera metido en el mundo de las noticias online, nos adaptamos a la nueva era y aunque aún publicamos en papel nuestras ventas por suscripciones a la página son cada vez mejores.

—Déjate de bobadas, mejor dime ¿qué tienes para mí? —preguntó hastiado, aunque sabemos que no es así.

Julio tiene alrededor de 38 años, tiene el cabello rubio de ojos cafés oscuros, mide 1,80 y le gusta hacer ejercicio cuando el trabajo lo suelta y aunque tenga dos matrimonios fallidos dice que su familia está aquí, en el periódico, él todo cascarrabias como es, nos quiere y nosotros a él.

—Pasemos, está primicia pocos pueden saber — Vero voltea a verme con sus ojitos de perrito de disculpas —lo siento Martita, sabes que no lo digo por ti.

Le restó importancia con un gesto de la mano y una sonrisa, sé cómo es de competitivo el mundo del periodismo.

—Iba por café, de todas formas...

Fui a nuestra área de relajación y llegué directamente a la cafetera que está vacía.

—Chicos, en serio si se terminan el café monten otra jarra sino Julio no lo calienta ni el sol después.

—Martita, fui yo —se excusó una chica de cabellos púrpura —lo siento, ya me iba a parar hacerlo, estaba terminando mi café.

—Está bien Flor, pero que no se te olvide a la próxima —le piqué un ojo en complicidad.

Flor se relajó en segundos y siguió bebiendo café, las personas que trabajaban aquí sabían que yo no los regalaría a menos que el bienestar de la empresa se vea afectado y eso era casi nunca, quien casi siempre pierde los papeles es Julio Cesar Hill.

Les llevé una taza de café a Vero y Julio y estos me agradecieron, fui al baño luego de eso y entre a un cubículo hacer de mis necesidades, salí y estaba lavándome las manos cuando me vi en el espejo, tengo 28 años y un hermoso hijo de tres años, mi figura había cambiado un poco por su nacimiento, pero no me arrepiento de esos tres kilos de los que no me he podido deshacer, ni de las estrías que me dejó en los muslos, Diego es lo mejor que me pudo pasar siempre. Veo mis cejas gruesas y mis pestañas abundantes, mis ojos grises y mi boca no tan pulposa como otras mujeres, siempre me hacía maquillajes suaves, algunos brillos de labios sabor a durazno y un poco de máscaras de pestañas, tenía un poquito de arrugas alrededor de mis ojos mostrándome que los años no pasan en vano, toqué mis caderas un poco más anchas que hace 10 años cuando conocí a Miguel.

En ese momento llega un texto a mi celular y lo sacó de mis jeans, es lo bueno de trabajar aquí, no necesito trajes de negocios, no soy muy amigas de ellos, aunque tenga varios en mi closet, reviso quien me escribió y es Sofía mi mejor amiga, nos conocemos desde adolescentes y aún éramos muy cercanas.

Sof: ¿Lista para la noche de hoy? :)

Yo: Si, más que lista. Paso a llevarte a Diego.

Sof: Te espero.

Mi amiga era demasiado buena conmigo, aún no tenía hijos ni esposo, pero siempre estaba atenta por si nosotros necesitábamos una noche libre al mes, una vez al mes dejaba a Diego con ella para tener una cita con Miguel él y yo solos.

En unas semanas era nuestro aniversario, pero jamás nos perdíamos una cita, pasará lo que pasará. Salí de mi trabajo como una bala a buscar a Diego Manuel, luego fui a la casa de mi amiga.

Sofía vivía en un complejo cerrado igual que yo, pero lejos de mi casa, esa casa le gustó mucho y yo la ayudé con el papeleo, me estacione frente a la pequeña casa de dos plantas y baje a Dieguito, amaba a mi amiga y le decía tía.

—Hola, Sof— saludé cuando me recibió.

Nos abrazamos y pasé a su casa, iba temprano a mi cita así que me tomé un café antes de irme a alistar para la cita que tenía con mi esposo.

Estar en casa de Sofía era revitalizante, mi mejor amiga y yo siempre hemos sido inseparables desde la universidad y siempre venía cuando necesitaba estar lejos de las responsabilidades, a veces necesitaba mi espacio y este era uno de mis santuarios cuando eso pasaba, ser mamá, esposa, empleada y mujer era sumamente difícil y a veces se nos hace cuesta arriba.

—¿Qué tienen pensado para hoy? —me pregunta Sofía, sacándome de mi ensoñación

—Me tocó planear a mí esta vez, así que iremos a cenar y luego al cine en el restaurante chino nuevo de la ciudad— le comenté y sonríe sin mostrar sus dientes.

—Cuando tenga un esposo quiero que sea como Miguel —respondió soñadora, cambiando de tema.

—Claro que lo vas a conseguir, nena- me expresé positivamente.

Mi amiga Sofía es hermosa, de caderas anchas y ropa más ajustada que la mía, abdomen plano por el gimnasio, era de piel morena y cabello liso color rojizo de ojos oscuros, era muy atractiva, pero con una suerte fatalista en el amor.

—No sé, Martha -respondió triste —quiero una relación seria con un buen esposo y económicamente estable, no quiero sobras —dijo eso último con dientes apretados y algo de rabia brillando en sus ojos.

La observé atenta a sus palabras, hace unos años salió con un hombre casado, no dio muchos detalles, pero me aseguró que eso se había acabado casi cuando comenzó, que era todo un imbécil y le creí. Mi amiga se merece algo mejor que como dice ella "las sobras" nunca me gustó eso de que saliera con un hombre casado, pero no era mi vida solo pude aconsejarla hasta donde pude.

—¿Qué pasó con el chico con el que salías? —le pregunté tratando de recordar su nombre y no lo recordaba o no me lo había dicho o yo estaba muy olvidadiza últimamente.

—Quise algo serio y se espantó, como todos-agregó melancólica y molesta.

—Los hombres son unos idiotasla— apoyé.

—El tuyo es un sol —agregó ella, es cierto, Miguel era la excepción a la regla de los hombres idiotas, aunque, tenga sus fallas y me gustaría que me ayudara más en algunas cosas, pero Sofia piensa que exagero.

—No me quejo, Miguel es el mejor esposo que pude conseguir— estuve de acuerdo con ella.

Miguel es un poco más alto que yo que mido metro setenta y dos, es de cabello color oscuro y de ojos pequeños color miel, le gustaba ejercitarse antes de tener a Diego, tiene un mentón fino y poco barba por no decir que ninguna, tiene una nariz ancha y labios finos, no es una lindura de hombre, pero siempre esta presentable, usa colonias que llaman la atención, usa trajes para ir a su trabajar de contador, últimamente usaba su cabello un poco más largo que antes y era muy atento, como estas cosas que hacíamos una vez al mes.

Fue su idea las citas de una vez al mes, algo para avivar la pasión y al final de la noche es como un león salvaje, me gustó su iniciativa para no caer en la rutina así que una vez al mes nos turnamos para decidir a dónde ir y que hacer, aunque van tres meses en las que yo decido porque a Miguel no le da mucho tiempo organizar todo.

—Me voy amiga, quiero estar lista para mi cita con Miguel— le avisé cuando me terminé mi café.

—Yo me encargo de Diego, no te preocupes —adoro a ese pequeño.

Como no tenía padres mi única familia eran Miguel y Diego, Julio mi jefe y, Sofía mi mejor amiga desde siempre. Mis padres murieron en un accidente de carro, me crie con mis abuelos paternos que murieron hace dos años, gracias a Dios murieron de causas naturales y casi al mismo tiempo dejándome una pequeña herencia que puse en un fideicomiso para diego cuando cumpliera la mayoría de edad.

Estaba pensando en ello mientras manejaba a la casa para ponerme más guapa para mi Miguel.

Entré en casa rápidamente y me quité la ropa mientras subía las escaleras, me bañé lo más rápido posible y depile rápidamente todo mi cuerpo, salí y busqué el nuevo vestido que compré hace unos días, es de cuello alto con la espalda descubierta de color borgoña y me llega a medio muslo, lo coloqué con cuidado en la cama junto con mis tacos negros, me puse unos pendientes de diamantes que Miguel me regalo el año pasado en nuestro aniversario, jamás se le olvida nuestras fechas especiales y aunque sé que trabaja mucho es un hombre atento y detallista.

Decidí hacer unas suaves ondas en mi cabello liso color chocolate y me maquille a conciencia, ahumé mis ojos con una sombra marrón y negra, puse un poco de dorado e iluminador y me puse una de esas pestañas para realzar mis ojos verdes claro, me vi en el espejo mientras veía mis muslos descubiertos, tenía un poco de celulitis, pero no tenía tiempo para el gimnasio, tenía algunos rollitos en mi barriga a causa de mi embarazo que disimule con una faja cómoda, me puse unas medias del color de mi piel blanca que agarre con un liguero y luego me puse el vestido, estaba aplicando mi labial rojo favorito cuando llego Miguel.

—Estas hermosa, amor mío —me saluda con un beso en la coronilla.

—Gracias, señor Hidalgo —le dije muy coqueta mientras se alejaba.

—Me doy una ducha y nos vamos —me dijo aflojando su corbata.

Miguel era el contador de una empresa farmacéutica, llevaba muchos años allí a veces el trabajo era duro, llegaba tarde y luego de largas jornadas era difícil mantener la llama de la pasión encendida por eso él ideó este plan. Estas citas para nosotros, teníamos 6 meses haciendo esto y me parecía maravilloso. Nos sentíamos como una pareja empezando su relación y eso me enamoraba más de él.

Luego de media hora en donde le escogí su traje negro con camisa blanca bien planchada y corbata roja nos vimos al espejo, mi labial era del mismo tono que su corbata, me puse algunas pulseras de oro que me había dejado mi madre como herencia y acomodé su corbata.

—Estas radiante, osita —besó mis labios en un beso rápido y nos fuimos.

Eran las siete cuando llegamos al restaurante y ya yo había hecho reservación desde hace tres semanas quería que todo fuera perfecto esta noche, dimos nuestros nombres y nos sentamos a degustar la verdadera cocina oriental.

Luego nos fuimos al cine y vimos una película de terror era lo que a Miguel le gustaba, yo pasé toda la película debajo de su brazo tapando mi rostro y brincando cada vez que se escuchaba algo espeluznante.

Cuando nos subimos al auto me vio esperando instrucciones para el siguiente lugar así que le dije que se me ocurrió no terminar aún la velada, iríamos por una copa, accedió felizmente y fuimos a un pequeño bar discreto en el centro.

El bar era concurrido más que todo por jóvenes y la música era para bailar y muy alta, me gustó el ambiente así que lo arrastré a la pista de baile y enseguida pusieron un tal bad bunny así que me moví lo más sugerente que pude, quería volverlo loco y que la pasión no se apagará por unas semanas más.

Muchos creen que mantener un matrimonio es fácil, pero no es así. La monótona vida que a veces llevamos nos hunde y no es lo que quiero. Yo amo a mi esposo y no me voy a dejar vencer por la vida cotidiana a la que hemos llegado, le baile sugerente meneando mis caderas como pocas veces hacía en público.

—Martha, estas dando un espectáculo, vámonos a la casa —me agarró por los hombros y me llevó a la barra.

Miguel es un hombre reservado así que pocas veces demostrábamos cariño en público, siempre se lo respeté, pero estaba bailando no desnudándome. Vi a mi alrededor y varios hombres me veían lascivamente haciendo calentar mis mejillas de vergüenza. Decidí que él tenía razón y era mejor irnos, la noche no terminó como esperaba en el bar, espero que cambie en la casa. Una vez en la casa me meto al baño y me quito el vestido, dejo mi ropa íntima intacta y salgo, Miguel se estaba quitando los zapatos cuando me vio salir del cuarto de baño.

—¿Me veo bien? —asintió sin decir nada, mientras dejó caer el zapato —me vestí así para ti— aclaré, Miguel a veces es muy celoso -también bailé así para ti en el bar.

—Me pone mal que te vean otros hombres, Martha —arrugó el ceño mientras me explicaba.

—Pero eso es solo tuyo, Miguel —dije insinuándome.

No quería arruinar nuestra noche de citas, quería que las cosas con él fueran perfectas como siempre, aunque Miguel siempre fue comprensivo y pocas veces se enojó conmigo por tonterías. Lo entendía sentía celos de otros hombres, aunque no tenía por qué.

—Te amo, mi Miguel —le dije al oído en cuanto llegué a su lugar en la esquina de la cama—. Tenemos casi 9 años juntos y todavía te amo como el primer día de nuestra boda, amor mío.

—Yo también te amo, osita —besé suavemente sus labios queriendo que todo fuera bien de ahora en adelante como siempre.

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