Lacey estaba tan cansada que odiaba moverse de la cama pero empezó a sentir hambre. De hecho, más que con hambre; ella estaba hambrienta. —Dame un minuto y estaré listo para ir a cenar.
—No. —La abrazó con fuerza contra él como una muñeca de tamaño natural.
—Pero el chef...
—Lo mantendrá caliente —terminó Julien. Pero luego su estómago gruñó en voz alta, delatándola. Se levantó y la miró—. ¿Ves? ¡Te dije que estabas embarazada!
—¿Qué? —preguntó Lacey, empujando contra su hombro juguetonamente—. Cuando tu estómago gruñe, significa que tienes hambre, no que estás embarazada.
—Bueno, examinemos los hechos, ¿de acuerdo? —La atrajo hacia su pecho de nuevo.
—Estás disfrutando esto.
—Inmensamente. —Luego se echó hacia atrás, fingiendo que estaba pensando—. Ahora... ¿dónde estaba? ¡Oh, sí! ¡Prueba uno! —Levantó un dedo—. Estabas tan cansada que te quedaste dormida cuando subiste las escaleras, cuando por lo general aún podías correr alrededor de la manzana después de un día compl