BARRIO DE CHICAGO.
—Hola tía, vengo con un hambre horrible, ¿hiciste comida?
—Sí, te guardé desayuno.
¿Para dónde saliste tan temprano?
—Estaba buscando trabajo.
—¡Gloria a Dios! Por fin entraste en razón, ¿conseguiste?
—Tía sólo fui a entregar papeles, después me llamarán.
—Espero que te llamen, ya no tenemos para comer, los reales no me alcanzan.
—Ya vas a comenzar con tu cantaleta, aún no me han dado el trabajo y ya me estás pidiendo dinero.
—No te estoy pidiendo dinero, sólo lo justo, si no hay dinero para comprar comida, pues no comemos.
—Tranquila, ya voy a tener dinero y cuando lo tenga lo primero que voy hacer es largarme de este barrio, pero sola, no pienses que te voy a llevar conmigo.
—Yo tampoco me quiero ir contigo, eso sería como trasladar el infierno del barrio a otro lado y yo me quiero morir en paz.
—Para que veas que no soy tan mala como te imaginas, muy pronto me voy de aquí con un marido rico, no te vo