[Epílogo: Miguel]
Una vez atendí a una joven que donaba sangre para salvar la vida de Mariana. Tenía el preciado tipo RH negativo, conocido comúnmente como "sangre rara". Al principio, me conmovió profundamente; en esta era de sentimientos superficiales, ella estaba dispuesta a sacrificar su salud por su hermana.
Inicialmente, era una chica cautelosa, pero con un toque travieso propio de su juventud. Una vez me bromeó: —Doctor Ortiz, tan joven y talentoso, ¿cómo es que a los treinta aún no se ha casado?
Le di un golpecito en la frente: —Eres muy joven para preguntar sobre asuntos de adultos, simplemente no he encontrado a la persona adecuada.
Con el tiempo, noté que algo andaba mal porque venía con demasiada frecuencia. Su sonrisa desapareció y siempre estaba extremadamente débil. Tras insistir, supe que había abandonado sus estudios y trabajaba día y noche haciendo entregas para pagar el tratamiento de Mariana.
La advertí seriamente: —Aitana, si sigues donando sangre sin control, mori