La Tentación De Mi Jefe
La Tentación De Mi Jefe
Por: Ravette Bennett
Episodio 1: Encuentro Fatal

AVA

La alarma suena estridente en mi cabeza, es tan insistente que termino por abrir los ojos pensando que se me ha hecho tarde para llegar al trabajo. Con los ojos entrecerrados, observo la hora que marca, son las cinco de la mañana y mi entrada es a las ocho, espera… no, no se trata de mi alarma, sino, de mi móvil, el cual dejé por alguna parte de mi habitación. 

—Maldición. 

El teléfono sigue sonando y me está volviendo loco. ¿Quién diablos me está llamando a las 5 am? Si no es urgente.. debo matarlo!

Enciendo las luces y lo encuentro sobre la mesilla de noche, como puedo, lo alzo y al ver el nombre que parpadea en mi pantalla y el número de llamadas que he recibido, 

el estómago se me encoge, la boca se me seca y las piernas me flaquean. Se trata de mi jefe; Kellen Farrel, el hombre más despiadado que he conocido en la vida. 

—Buenos días… 

—¿Por qué no contestas? —me interrumpe.

No me atrevía a ofenderlo, así que tuve que soportar todas mis emociones, pero ¿qué clase de jefe pervertido puede ser tan grosero y sin sentido despertar a sus empleados a las 5 de la mañana sin sentirse culpable en absoluto?

—Yo lo siento…

Puse un tono lastimero y débil, en este caso, los hombres rara vez avergüenzan a las mujeres.

—Olvídalo, necesito que vengas a la oficina, tráeme los papeles de las compras y ventas del nuevo inmobiliario —demanda.

—¿Ahora? ¿A esa hora? 

—Otra cosa, tráeme un café. 

Antes de que puede decir nada, me cuelga, sí, este es Kellen Farrel, a él no le interesa que tenga una vida fuera de su empresa y oficina, no me quejo, la paga es buena y tengo que soportarlo debido a las deudas que tengo, el alquiler, el cual comparto con mi mejor amiga, Sky Adams. Ella dice que tengo que renunciar, pero no sabe que si lo hago, no voy a encontrar ningún otro trabajo dentro del campo laboral empresarial, con ese sueldo que me permite vivir.

Llevo dos años trabajando para su empresa, dos años en los que me he dado cuenta de que él es la clase de hombre por la que toda mujer se muere, es apuesto, alto, fornido, pero delgado, cabello oscuro y un par de ojos azules que son más claros que el cielo en verano. Aunque no todo es perfecto, es un déspota, altanero, egoísta. 

No hay ninguna mujer que trabaje cerca de él, no las acepta, se han dicho muchas cosas acerca de su actitud, como que es misógino o incluso gay, la única razón por la que me aceptó a mí como su asistente personal, es porque no me consideró guapa. Cretino. 

—¿Qué haces despierta tan temprano? —le pregunto a Sky cuando la veo salir de su habitación. 

—¿Y qué pensabas? No hay transporte a estas horas, soy la única que tiene carro, te llevo. 

Hay veces en las que me siento mal por ella, al tener una amiga como yo. 

—Lo siento —levanto el móvil—. Kellen necesita estos documentos con urgencia. 

Blanquea los ojos. 

—Ese hombre debería conseguirse una novia. 

Mi móvil suena cuando estoy saliendo del edificio en donde vivo, es mi jefe. 

—¿En dónde estás? Llevas mucho tiempo atrasada —espeta con firmeza. 

—Llegaré en cinco minutos, señor Farrel —respondo en tono neutro. 

Cuelga, no me dice nada y por la mirada que me lanza Sky, sé que está pensando en todas las maneras en las que puede matarlo. Llegando a la empresa, me despido de mi amiga, entro, subo al ascensor, las manos me tiemblan, estaba enfadado, y eso debe ser porque no le ha salido el plan que tiene en contra de nuestra empresa rival, quien nos está tomando más ventaja de la ya pensada. 

Al llegar hasta su oficina, llamo dos veces, una voz gruesa me saluda de manera cortante dándome el paso. 

—Buenos días, señor Farrel —saludo—. Aquí tiene los documentos que me pidió. 

Mi jefe, quien se toma su tiempo para terminar de teclear en su ordenador.

levanta la mirada, sus ojos azules me observan con altanerismo, me acerco y dejo dichos documentos sobre su escritorio. 

Me doy cuenta de que me pidió traerle café. no alcance a hacerlo.

—¿Siempre llega tarde, señorita Kinsley? 

—No, lo siento… 

—Los detalles de su incompetencia no me interesan, gracias, ya puede retirarse.

No me mira, sigue con lo suyo y yo tomo una larga bocanada de aire, salgo de su oficina, y me dirijo a mi escritorio.

Menos mal no menciona el café, noto que no hay café en su escritorio, así que me dirijo a la cafetera.

Mas tarde, cuando vuelvo a entrar en su oficina para traerle cafe, observo que el parece tan absorto en el contrato apuntando con el boli en algun papel, que no puede notar mi llegada.

—Señor… 

Justo cuando estoy a punto de poner el café caliente frente a él, de repente se pone de pie emocionado por alguna razón.

El café hirviendo se derrama sobre el dorso de mi mano desnuda y, inconscientemente, suelto la taza.

—¡Duele! Mi piel esta ardiendo y el dolor trae lágrimas a mis ojos.

—¡Por el amor de Dios! ¿Qué has hecho? ! ¡Arruinaste una mesa de plan de negocios! ¿Naciste para causar problemas? ¡Ya he tenido suficiente de tu incompetencia!

Es entonces cuando noto que una mesa de contratos estaba empapada de café, y lo que debería haber sido una mañana tranquila y productiva se convirtió en un desastre total.

—Sí, lo siento señor, ahora lo limpio.

Rápidamente saco un pañuelo para tratar de salvar el contrato.

La piel del dorso de mi mano esta adolorida y ardiendo, pero mi jefe lo ignora.

Trato de limpiar el agua con mis manos temblorosas, con lágrimas en los ojos. Lo que se enoja por completo, incluso si no fue todo culpa mía.

Estoy empezando a preocuparme de que me vaya a despedir.

—¡Fuera de mi oficina, ahora! ¡No eres necesaria aquí!

Rápidamente me doy la vuelta y quiero salir trotando, pero las plantas de mis pies resbalan debido al café derramado en el piso, mis tacones altos resbalan sobre el suelo, se torcen y me duelen los tobillos, afortunadamente apoyo en el escritorio, de lo contrario casi me caigo de nuevo.

—¡Fuera!

Me apresuro a salir de la oficina avergonzado, me dirigo al lavabo para enjuagarme las manos quemadas.

¿Qué más podía esperar de este tipo despiadado?

Menos mal, no vuelve a llamar mi nombre el resto del dia.

A las 17:00, se acerca a la hora de salir. Recibo la llamada de mi jefe tras un dia tan callado.

—Señorita Kinsley, a mi oficina. —Su tono volve a la calma.

Entro con nervio y enseguida veo que está recogiendo sus cosas. 

Esta más tranquilo que espere.

Ahora puedo asegurarme de que el ya no esta enojado por lo que sucedió esta mañana.

—Puede irse temprano, cancele la cena que tenía planeada esta noche con el socio mayoritario Arnold —dice rápidamente—. No quiero ser molestado, posponga la cena para mañana. 

—Entendido, señor. 

—Eso es todo, puede retirarse. 

—Gracias, que pase buena noche, señor Farrel —susurro sin mirarlo de frente. 

Una de las cosas que descubrí en secreto, es que no le gusta que las mujeres se le queden viendo de frente, es como si no soportara el simple hecho de aparecer dentro de su campo de visión. 

Salgo de su oficina, recojo mis cosas y noto que sale a toda prisa, tenemos la mala fortuna de que el único elevador disponible del último piso, lo tomamos los dos, así que entro después de él, tomando mi distancia, por supuesto. El silencio entre los dos es abrumador, su móvil vibra un par de veces, pero al parecer no tiene la intención de atender. 

Las puertas de ascensor de abren y sale caminando como alma que lleva el diablo. Camino hacia el departamento con la intención de descansar y trabajar en la nueva novela que estoy escribiendo. Sin tener idea de lo que me esperaría esa noche. 

[...]

—Olvídalo —niego.

—¡Hay, vamos, no seas aguafiestas, Ava, será emocionante! —chilla Sky, al tiempo que termina de delinearse los ojos.

Me meto a la boca una nueva cucharada de helado.

—No quiero salir, tengo muchas cosas que hacer.

—Hace mucho tiempo que no salimos, trabajas como loca, noche y día para tu cretino jefe, una noche de fiesta es lo que necesitas, no te va a pasar nada —bufa habiendo terminado y mirando con desaprobación que esté sentada en el sofá con un tarro de helado.

Ella sin duda tiene un punto, aunque quisiera odiar a Kellen Farrel, no puedo, no soy una persona que guarde rencor, es el jefe, y ese trabajo es lo que necesito ahora mientras termino de escribir mi novela, escribir es lo que realmente me gusta, sin embargo, mientras me adentro al mundo editorial, tengo que soportar las exigencias de mi obstinado jefe.

—Por favor, Ava, anda —insiste Sky.

Me muerdo el labio inferior.

—Vale, pero solo un rato.

—¡Genial!

Sky se encarga de prestarme uno de sus vestidos de fiesta, uno en el que me siento incómoda, es ajustado, oscuro, y con un escote que resalta más de lo que me gustaría, mis pechos, al observar mi reflejo en el espejo, me doy cuenta de que mi cabello rubio hace contraste con mis ojos grises.

—Te ves hermosa, esta noche vas a robar la mirada de muchos allá afuera —anuncia Sky a mis espaldas.

Frunzo el entrecejo.

—No es lo que quiero, y te dije que solo un rato, mañana tengo trabajo y…

—Sí, ya, el ogro de tu jefe te mata si llegas un minuto tarde.

No decimos nada más, tampoco volvemos a tocar el tema, solo llegamos al club nocturno en el que ella no tarda en pedir un par de tragos, algunos hombres se me acercan con la intención de sacarme a bailar, los rechazo, en estos momentos no estoy interesada en tener un tipo de relación, mucho menos cuando hace tan solo pocos meses había cortado con Levi Scott. O mejor dicho, él me abandonó sin darme una sola explicación.

—¡Vayamos a bailar! —Sky me arrastra hasta la pista.

Me dejo llevar por unos minutos, en los que olvido quién soy, hasta que de pronto, al momento de girar, mis ojos localizan a un hombre que se encuentra de espaldas esquivando el puñetazo de otro, no debería importarme, pero… reconocería esa endemoniada figura en cualquier lugar recóndito del mundo. Poco a poco me aparto, me muevo entre la gente sin apartar los ojos de mi jefe.

—¡¿Quién demonios se cree que es?! —le grita el gerente del lugar, lo sé, porque he venido alguna vez aquí, en el pasado, con Levi, y él lo conocía.

—Kellen Farrel —interrumpo llamando la atención de los hombres presentes.

Gracias a Dios nos encontramos en unas de las esquinas cercanas a la barra, en donde casi nadie nos ve. Enseguida mi jefe se me queda viendo, espero una regañina o algún comentario mordaz de su parte, pero no lo hace, se queda callado, está ebrio, tiene los ojos inyectados en sangre, las pupilas dilatadas y el cabello alborotado ligeramente.

—¿Y usted quién es? —me pregunta el hombre.

—Soy Ava Kinsley, su asistente personal, lamento lo que haya pasado.

—¡Este desgraciado estaba coqueteando con mi novia! —el otro hombre, el que le estaba a punto de dar un puñetazo en el rostro, le apunta con el dedo.

Kellen se ajusta la corbata, pese a estar ebrio, noto que se pone rígido.

—Disculpa, pero es tu novia la que estaba coqueteando conmigo, yo no tengo nada que ver —las palabras de mi jefe son atropelladas y se balancea un poco.

Le creo.

—Lo siento —intervengo entre los dos para evitar una pelea—. Yo me encargo de él.

Los dos hombres no parecen convencidos, sin embargo, me da asco aceptar que ambos me recorren el cuerpo con la mirada, asienten y les agradezco, cuando ambos se marchan, mi jefe ya está a nada de sentarse delante de la barra para pedir un par de tragos, busco con la mirada a mi amiga, quien ya se ha olvidado de mí y baila con un chico al que le rejunta las caderas de manera descarada.

Le mando un mensaje de texto para que no se preocupe, en donde le digo que volveré a casa y me acerco a mi jefe.

—Señor Farrel, tenemos que irnos, lo llevaré a su casa —me tomo la libertad de tocarlo del brazo.

Él voltea a mirarme, joder, sus ojos… él no solo está ebrio, parece drogado, miro a mi alrededor y le arrebato el vaso que estaba bebiendo, lo huelo, esto no está bien, alguien debió haber intentado drogarlo y estoy segura de que se trataba de una mujer.

—Tú no eres Valeria —espeta.

Ahora la mujer de mis sospechas tiene nombre.

—¿Quién eres?

—Soy… —me quedo callada, no tiene caso hablar con él, en ese estado, es probable que no me recuerde por la mañana—. Tengo que sacarlo de aquí, señor.

Y eso es lo que hago, cuando me dirijo a la puerta principal, noto que hay unos hombres esperando a las afueras con cámaras en la mano, esto debió tratarse de una trampa, alguien quería capturar su imagen de este modo para que por la mañana fuera noticia, cualquier escándalo en estos momentos, haría que la imagen de su empresa se viniera en picada junto con él. Así que lo llevo hasta la parte trasera.

—Lo llevaré hasta su casa, si me dice en dónde…

—No, jamás le digo a nadie en donde vivo —balbucea.

No tengo otra opción, no sé en donde vive, no puedo llamar a nadie, así que decido llevarlo al hotel más cercano. Al llegar, el gerente; Richard, quien es un conocido mío, me ayuda a subirlo a la habitación. Cuando se marcha, estoy a nada de hacer lo mismo luego de pensar que estaba dormido, le quité los zapatos, aflojé su corbata, apagando las luces, cuando tira de mi brazo y termino por caerme en la cama.

La acción me toma por sorpresa.

—Señor Farrel… —intento apartarlo de mí, empujando su cuerpo con ambas manos, sin embargo, me es imposible, ya que pesa demasiado.

—Shhh —su aliento sobre mi cuello, eriza mi piel y dejo de respirar.

Imposible, él se coloca encima de mí y no me da la oportunidad de hablar, porque entonces sucede lo que no debería, él solo… me besa.

Mi cuerpo tiembla como una hoja bajo el suyo, esto está mal de todas las maneras posibles, hago un nuevo intento por apartarlo de mí, coloco ambas manos sobre su pecho, no obstante, él comienza a besarme la curvatura del cuello.

—Señor…

Kellen me cubre la boca con una mano, amortiguando mis palabras, las mismas que se quedan atoradas en mi garganta. Cuando se queda quieto y creo que se quedará dormido, no lo hace, me libera y enseguida encuentra mi boca a tientas, sus labios son fríos, pero suaves, busca una abertura que no tardo en darle, su lengua se abre paso en las profundidades de mi boca y maldición, el hombre besa como los Dioses.

Sabe a un ligero toque de Vodka, me deja sin aliento, sus manos de pronto están recorriendo mis hombros hasta llegar a mis pechos, los cuales magrea sin permiso, los apretuja con ansiedad, solo un poco más, tengo que detenerlo. Vuelvo a hacer un intento, pero esta vez, él se coloca encima de mí, me baja las bragas y esa es la alarma que necesito.

—Señor Farrel, tiene que parar —susurro.

No lo hace, hace un par de movimientos, y se coloca en una posición en medio de mis piernas, no… no… tengo que…

—Kellen —digo y mi voz es un hilo de nervios.

Me congelo ante la sombra de la verdad que se asoma, él se cierne sobre mí, su pecho sube y baja, apenas y le puedo ver el rostro, lo único que ilumina la estancia es un pequeño rayo de luna que se filtra por la ventana, la calma con la que me besa de nuevo el cuello, hasta llegar a mis pechos, es aterradora, no es consciente de lo que hace, sigo intentando apartarlo de mí, sin embargo, me rindo cuando distingo la protuberancia de sus músculos contra su camisa.

Me estremezco cuando enfila su polla en mi entrada, mi corazón late con fuerza, nunca he estado con nadie, ni siquiera con Levi, una de las razones por las que me dejara es que no quise acostarme con él, no estaba lista, y ahora, estoy a nada de perder mi virginidad con mi jefe, uno que no tiene idea de quién soy yo.

—Estás demasiado húmeda —su voz tiende de un hilo.

Entonces, de una estocada profunda, me rompe, el chillido que suelto hace acepte el hecho de que duele, en serio lo hace, ni siquiera me doy cuenta de que me estoy aferrando a sus hombros, hasta que noto que le he clavado las uñas en ellos.

—Me duele —digo atrapada en los rastros de mi excitación.

—Estás tan apretada —brama en mi oído.

Mi respiración se desestabiliza, los jadeos comienzan a salir de mi boca cuanto más se adentra en mí, una avalancha de emociones me recorre cuando comienza a embestirme una y otra vez, sin piedad, sin detenerse un solo segundo.

Pronto, el dolor es opacado por chispas de placer que me hacen retorcer bajo su cuerpo, hasta que llego al clímax, todo me da vueltas, no importa cuanto le pidiera que el dolor desapareciera, él seguía siendo demasiado grande y yo muy pequeña. Después de un par de empellones más, en medio de un gruñido se corre dentro de mí.

Esto puede llegar a ser el peor error de mi vida, o la mejor experiencia, pero solo sé que si se entera de que la mujer con la que ha follado soy yo, su asistente personal, algo me dice que no se detendrá hasta verme sufrir en mi miseria.

[...]

A la mañana siguiente, me despierto dos horas antes de que amanezca, mi jefe sigue dormido y yo adolorida, me doy una ducha rápida y salgo de la habitación, en silencio, aunque dudo que algo lo pudiera levantar por el estado en el que se encuentra. Él es demasiado apuesto, pero soy consiente de que no es un hombre para mí.

Con el nudo en la garganta y el miedo a flor de piel, me dirijo hacia la recepción, en donde Richard, me mira con el ceño fruncido.

—Creí que ya te habías marchado desde anoche.

—No, pasaron cosas… pro favor —le miro con ojos suplicantes—. Borra todas grabaciones de las cámaras de seguridad que han capturado mi llegada con… ese hombre.

—¿Sucede algo malo, Ava?

—No, solo… —me muerdo el labio inferior.

No puedo decir nada, no puede saber que es mi jefe, no lo conoce, solo hemos hablado un par de veces, pero nos llevamos bien, aquí fue donde me quedaba en el pasado cuando estaba buscando un sitio en donde vivir, y Richard fue amable en no cobrarme nada hasta que tuviera dinero, nunca olvidaré eso.

—Entiendo —asiente sin hacer preguntas—. Pierde cuidado, que ya las borro enseguida.

En cuanto me cercioro de que lo hace, me despido de él y salgo como alma que lleva el diablo, como una cobarde, porque de algo estoy segura, Kellen Farrel, no puede saber nunca, que se ha acostado conmigo, no solo perdería mi empleo, sino, que él se encargaría personalmente de acabar con mi vida y mi reputación.

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