Me desperté con sábanas desconocidas y un techo que no reconocía.
Por un segundo de desorientación, no respiré. Sentía el cuerpo pesado, agotado, pero mi mente despertó de golpe, trayendo recuerdos a la memoria en un instante.
Los golpes, el baño, la voz de Zane, el desconocido, sus manos sujetándome, el beso, el sexo.
Me incorporé tan rápido que la habitación me dio vueltas. Un leve dolor me latía tras los ojos, pero la niebla de la droga casi se había disipado.
La cama a mi lado estaba vacía.
El apartamento estaba en silencio.
Me puse de pie con piernas temblorosas, recogiendo del suelo la camisa del desconocido y poniéndomela. Me colgaba sobre los muslos, tragándome por completo, pero no tenía tiempo para preocuparme.
Tenía que irme.
Tenía que llegar a casa antes de que Zane lo retorciera todo, antes de que se convenciera de que tenía motivos para hacerme más daño.
No sabía qué me esperaba, pero supe que algo se había roto entre nosotros en el momento en que me drogó. Por mucho qu