Capítulo 1
Narra Amelia...
Estaba acostada sobre la cama, la piel expuesta al aire frío del cuarto, cubierta apenas por un ligero blanco que parecía más adorno que ropa. Lo único que quedaba de mí intacto, estaba a punto de dejar de ser mío.
Mi virginidad.
Entregada.
Vendida.
Y no a un hombre que amara, ni siquiera a alguien que me conociera. Se la estaba ofreciendo a uno de los hombres más poderosos del país porque necesitaba dinero, aunque él también estaba siendo engañado
Días atrás...
Mi mamá se estaba muriendo, no me quedaban muchas opciones en la manga, los billetes en mi cuenta desaparecían mas rápido
—Tienes que pagar antes del fin de semana el tratamiento de tu madre, o no podremos continuar —me dijo el médico, sin rodeos y algo frío.
Su voz todavía me retumbaba en la cabeza mientras empujaba la silla de ruedas hacia la casa. Mi mamá sonreía con una ternura que solo ella podía darme, aunque el cansancio se le notaba, las quimioterapias la desgastaban.
—Hija... ya no sigas peleando por mí. He vivido lo que tenía que vivir —me dijo, acariciándome la mejilla con dedos temblorosos.
—No digas eso, vamos a seguir, me enseñaste a no rendirme, ¿recuerdas?
Ella asintió con los ojos brillantes y me entregó una pequeña cadena, Un dije colgaba en el centro: una rosa entrelazada con un león, no dijo nada más, Solo me abrazó y se fue a dormir.
Me puse el collar esa misma noche, pensaba que era su manera de desearme suerte, Porque al día siguiente saldría a buscar trabajo, una vez más.
Había hecho de todo desde joven, lo que fuera, si era legal, allí estaba yo, Pero no era suficiente, el dinero no alcanzaba y el tiempo se acababa.
Fue mi mejor amiga la que apareció esa mañana con una esperanza, Entró con el celular en la mano y los ojos muy abiertos.
—Mira esto —me dijo, mostrándome una captura de un grupo de W******p.
“Se busca modelo o extra para producción televisiva.
Requisitos: 1.65 de estatura, cabello castaño, ojos azules, medidas 90-60-90.
Pago por grabación: $1.000 dólares.”
Cumplía con todos los requisitos, el pago no era cualquier cosa, no para alguien como yo.
Así que fuimos, nos lanzamos a la agencia sin pensarlo mucho.
La fila era eterna, mujeres por todas partes. Algunas nerviosas, otras claramente acostumbradas a ese tipo de castings. Pero todas estábamos allí por lo mismo: el dinero.
Un hombre recorría la fila con una foto en la mano, mirándonos de arriba abajo, tachando nombres mentalmente sin decir palabra.
—Quizá están buscando una doble de alguien famosa —murmuró mi amiga, intentando controlar los nervios.
Después de una hora, nos hicieron pasar a una sala grande. Dos mujeres estaban sentadas al fondo, una con expresión seria, la otra fumando un cigarro.
La que no fumaba se levantó, me señaló y se giró sin decir nada más, se fue de allí en medio de la oscuridad.
—La número 23 es la elegida. Las demás, gracias por venir.
No supe si debía llorar o agradecer, pero sí sentí un alivio que me hizo temblar las piernas. Con ese dinero, aunque solo fueran mil dólares, podía ganar tiempo, unas semanas más para mi mamá.
Solo eso me importaba.
Me citaron para el día siguiente en una oficina cuando llegué, el ambiente era distinto. Más oscuro, más tenso, dos hombres vigilaban la entrada, serios, sin parpadear.
La mujer del cigarro fue la que me recibió esta vez. Me sonrió como si me conociera de antes y me besó la mejilla.
—No me gustan las vueltas —dijo, encendiendo otro cigarro con calma—. ¿Eres virgen?
Su pregunta me cortó la respiración. El corazón me retumbó en el pecho y me puse de pie de inmediato, el cuerpo se puso alerta.
—No sé qué es esto, pero afuera hay gente esperándome, si no salgo, van a llamar a la policía —mentí. Ojalá mi amiga fuera tan lista como para entender que algo no estaba bien.
La mujer suspiró, exhalando el humo con una paciencia inquietante.
—Tranquila, qquí no se obliga a nadie, Pero quiero que sepas la verdad —dijo, mirándome directo—. El pago no es de mil dólares. Son cien mil.
Tuve que apoyarme en la silla para no caerme, mi mente se quedó en blanco.
Cien mil.
Cien mil dólares.
—¿Cien mil? —pregunté en un hilo de voz—. ¿Y qué se supone que tengo que hacer por esa cantidad? Porque esa pregunta suya no fue casual... ¿Porqué quiere saber si soy virgen?
Ella sonrió, Pero era una sonrisa seca, sin rastro de dulzura, más bien de control, de saber que se llevaría una buena comisión.
—La virginidad es solo una tela molesta. Y por ese “detalle”, hay hombres dispuestos a pagar mucho. Lo que te ofrezco no es una grabación. Es un contrato... especial —Sonrio —Aunque está vez el contrato es mucho más especial
Me dieron ganas de correr, Pero los dos hombres seguían ahí parados con esa actitud firme y peligrosa.
—Este fin de semana es la boda de Isabel Rivas y Santiago Mondragón. Supongo que sabes quiénes son.
Asentí con la cabeza mientras con mi mano apretaba mi ropa, claro que lo sabía.
Ella hija de un magnate, Él, uno de los herederos de un imperio de telecomunicaciones.
Una boda que estaba en todas partes, noticias, revistas, eran Perfectos e intocables.
—Yo no voy a entregarme a ninguna fantasía de esos dos —logre titubear, para ese momento ideas pasaban por mi cabeza sobre el ofrecimiento.
La mujer soltó una sonrisa burlona
—Dejame terminar, después puedes decidir.
Accedí moviendo la cabeza
—La señorita Isabel digamos que no se comportó muy bien en su despedida de soltera, y el novio quiere una novia virginal y fiel ¿Me entiendes?
—¿Y yo que tengo que ver en eso? —intente sonar altiva.
—Eres muy parecida, por no decir identifica a Isabel — la mujer me entregó la foto.
Era verdad, nos parecíamos mucho, aunque a ella se le notaba la clase y la cuna de oro por encima.
—Repito... ¿Que tengo que hacer yo? —deje la foto en la mesa.
—Reemplazar a la novia, ese día Santiago Mondragón quitará una virginidad, pero no la de la novia, si no la tuya.