Era de noche cuando Eloísa supo que no se encontraba sola. Esa era la primera noche desde que su hermana regreso, la primera noche en la que esperaba dormir en completa paz luego de una semana cargada de incertidumbre. Sin embargo, algo en el ambiente cambio, algo en el ambiente no se sentía del todo bien…
La joven no lo había visto, pero su presencia llenaba la habitación con una amplia y pesada atmosfera. Su aroma amaderado se expandía en cada rincón, dándole la certeza de que él estaba ahí, oculto en algún lugar de la penumbra.
«¿Era acaso otra pesadilla?», se preguntó con los ojos cerrados. No tenía necesidad de abrirlos, su cuerpo lo presentía.
Como toda respuesta a su pregunta, el colchón se hundió bajo un nuevo peso. En ese momento, sus ojos se abrieron únicamente para confirmar lo que ya sabía. Henrick estaba ahí, a su lado, mirándola con la misma intensidad que lo había hecho en cada noche desde la partida de Helena.
—¿Qué está haciendo?
Eloísa no podía creer que fuese ta