La lluvia había cesado, los truenos ya habían parado y afuera solo se escuchaba el sonido del aire al transitar por las calles vacías de aquel pueblo.
Mariana se comió algunos chocolates con la intención de incitar a su invitado hacer lo mismo, por supuesto, bajo la influencia del alcohol, pero después de comerse cinco y al darse cuenta de que Alec parecía disfrutar más del espectáculo que del chocolate, decidió acercarse a él y colocar en sus labios uno de ellos. Aquel inesperado acto no solo sorprendió a Alec, sino que también, provoco algo en él.
Antes de que Mariana se diera la vuelta para volver a su lugar, Alec la tomo de la cintura para sentarla justo en su regazo, ella soltó un par de carcajadas y lo miro sin temor alguno.
—¿Acaso no tienes miedo?—le pregunto Alec con cierto tono seductor.
—No—se burló Mariana negando con la cabeza y riendo un poco— no tendría por qué tener miedo ¿O si?
—No—le aseguro Alec. Casualmente, un mechón del cabello de Mariana cayó justo sobre su rost